Es inhumano poner al dios dinero en el centro del sistema político y económico, reiteró el Papa Francisco a los miembros de la Global FoundationAl recibir a los participantes en la ‘Mesa Redonda’ celebrada en Roma, sobre el tema inspirado en el lema de la misma fundación «Juntos nos comprometemos por el bien común global», el Obispo de Roma destacó la importancia de «asegurar que la comunidad global, formada por instituciones, empresas y representantes de la sociedad civil pueda alcanzar efectivamente los objetivos y obligaciones internacionales, solemnemente declarados y asumidos – como la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible y los Objetivos de Desarrollo sostenible».
Y, en primer lugar quiso recordar, una vez más, que la cultura del descarte es inaceptable e inhumana:
«Ante todo, quisiera reiterar que es inaceptable, porque inhumano, un sistema económico mundial que descarta a hombres, mujeres y niños, por el hecho de que ya no parecen útiles, según los criterios de rendimiento de empresas u otras organizaciones. Precisamente este descarte de las personas constituye el retroceso y la deshumanización de cualquier sistema político y económico: aquellos que causan o permiten el descarte de los demás – refugiados, niños abusados o esclavizados, pobres que se mueren en las calles cuando hace frío – se vuelven, ellos mismos, como máquinas sin alma, aceptando implícitamente el principio de que, también ellos, tarde o temprano, serán descartados – es un boomerang esto, pero es la verdad – tarde o temprano, serán descartados cuando ya no serán útiles a una sociedad que ha puesto en el centro al dios dinero».
El Papa Francisco citó a San Juan Pablo II, que en 1991, ante la caída de sistemas políticos opresivos y la progresiva integración de los mercados, que ya llamamos globalización, puso en guardia contra el riesgo de que se difundiera por doquier la «ideología capitalista» y los fenómenos de marginación, explotación y alienación humana, que ignoran a las multitudes que viven en condiciones de miseria material y moral.
Y, recordó a Santa Teresa de Calcuta que «hizo oír su voz a los poderosos de la tierra para que reconozcan los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos»
Tras señalar que «lamentablemente los riesgos temidos por San Juan Pablo II se han verificado ampliamente», el Papa Francisco destacó que «al mismo tiempo, se han desarrollado y actuado tantos esfuerzos de individuos e instituciones para sanar los males producidos por una globalización irresponsable»:
«Ésta es la primera actitud que puede llevar a una globalización solidaria y cooperativa. Ante todo, es necesario que cada uno, personalmente, no sea indiferente ante las heridas de los pobres, sino que aprenda a compartir con los que sufren por las persecuciones, la soledad, el desplazamiento forzado o la separación de sus familias; con los que no tienen acceso a los cuidados sanitarios; con los que sufren el hambre, el frío o el calor.
Esta compasión hará que los operadores económicos y políticos puedan usar su inteligencia y sus recursos para controlar y monitorear los efectos de la globalización, pero también para ayudar a los responsables en los diversos ámbitos políticos – regionales, nacionales e internacionales – a corregir la ruta cada vez que sea necesario. La política y la economía, en efecto, deberían comprender el ejercicio de la virtud de la prudencia».
El Papa Francisco hizo hincapié asimismo en la Doctrina Social de la Iglesia:
«La Iglesia confía siempre, porque conoce las grandes potencialidades de la inteligencia humana que se deja ayudar y guiar por Dios, así como la buena voluntad de pequeños y grandes, pobres y ricos, empresarios y trabajadores. Por lo tanto los aliento a llevar adelante vuestro compromiso, siempre guiados por la Doctrina Social de la Iglesia, promoviendo una globalización cooperativa, junto con todos los actores implicados – sociedad civil, gobiernos, organismos internacionales, comunidades académicas y científicas y otros – y les deseo éxito en su trabajo».