En esta época del año, la perspectiva de pasar tiempo con los suegros (a menos que seas increíblemente afortunado) puede ser tan desalentadora como andar sobre una hoguera. Para muchos, las relaciones con nuestros suegros -sean los padres de nuestros cónyuges o de los cónyuges de tus hermanos, o hijos y sus familias- son bastante complicadas, y esas complicaciones aumentan en las fiestas. En casos de verdadera disfunción familiar, lo mejor es no meterse en las discusiones. Pero para la mayoría, hay aquí algunas sugerencias que pueden ayudar a suavizar las tensiones y hacer espacio para encuentros confortables y llenos de alegría.
1. Deja lo del año pasado (o la semana pasada, o esa última conversación telefónica) aparcado detrás de la puerta. Cualquiera que sea el fantasma de las Navidades pasadas o de otros encuentros difíciles que te persigan, recuerda que ahora no es entonces. Para muchas familias ya hay bastante bagaje emocional relacionado con los días de fiesta, que es mejor aparcar, cuando se trata de roces con la familia política. Hay que ir con la intención de empezar de nuevo y mantenerse positivo. Una actitud abierta y flexible es una gran ventaja, por lo que apaga las viejas grabaciones de fondo e intenta no grabar otras nuevas.
2. Piensa en tus suegros como en invitados interesantes y no como en familiares.Una de las mayores causas de los malentendidos con la familia política son los estereotipos. Incluso el papa Francisco hace chistes sobre monstruosas suegras, y todos sabemos que ningún hombre es lo suficientemente bueno para la niña de papá. Es difícil de soportar, pero no te preocupes, disfruta del tiempo con alguien que ya has descartado como “esa hacha de batalla” o “ese vago”. Este año, busca oportunidades para conocer mejor a tus suegros como personas. Realmente míralos y escúchalos, como lo harías cuando se presenta a un nuevo conocido con el potencial de convertirse en amigo. No sólo finjas el interés por sus aficiones o el trabajo, o por lo que consume sus vidas en este momento. Déjate interesar. Te sorprenderás de lo que puede estar detrás de esa máscara de “familia política”.
3. Pídeles que te enseñen cómo hacer al menos una cosa en “la forma en que lo hacen”. Tolstoi puede tener razón en que todas las familias felices son iguales, pero dos familias no viven tiempos felices de la misma manera. Nadie te dice cuando tú o tu hijo se casa, que ¡a partir de ahora, la mitad de cada fiesta se celebrará mal! (sin embargo, te recordarán cada Navidad para siempre).
La mayoría de las familias elaboran algún tipo de incómodo compromiso en cosas claves como cuándo abrir regalos (Nochebuena, mañana de Navidad, antes o después de la misa), qué comer en la Cena de Navidad (¿asado de carne?, ¿lasaña?, ¿comida china para llevar?), y cuánto mimar a los nietos.
Pero, debido a que las tradiciones navideñas están profundamente arraigadas en nuestras familias de origen, nunca se sabe cuándo se encuentre con una “mina terrestre” sobre alguna costumbre o receta amada que nunca sospechaste que podría ser tan importante.
Desactiva las “minas terrestres” con antelación pidiendo a tus suegros que te instruyan a “su manera” en, al menos, una tradición. Pídele a tu suegra que te enseñe a hacer esas galletas alemanas, o que tu suegro dirija el montaje de las luces. Haz esto con antelación, y con respeto e interés. ¡Es una gran manera de restaurar la buena voluntad entre las familias!
4. Agradéceles las cosas maravillosas que hicieron por tu cónyuge, hermano o hijo. La gratitud es una poderosa arma anti-estrés. En estos momentos de regalos dados y recibidos, tómate un tiempo para pensar en las formas en que tus suegros han contribuido a tu alegría al criar y amar a tus seres queridos. Eso, después de todo, es lo que hace que estas personas sean tus familiares.
Haz tiempo –compórtate de forma informal durante el transcurso de la celebración, o haz un brindis en la cena o la oración de bendición- para agradecer a tus suegros la forma en que siempre han apoyado a tu cónyuge o la forma en que cuidan a tus nietos. Elogia a tu cuñado en la forma en que hace sonreír a tu hermana. Se lo más específico y personal que puedas. En el proceso de buscar razones para estar agradecido, puedes encontrar más de lo que imaginabas.
5. Sostén la lengua y reza. No hay garantías, por supuesto, de que ninguna de estas estrategias sea recibida calurosamente, o que las viejas fricciones no se enciendan cuando se alimenta una alegría ácida y una emoción intensa. Si te ves incapaz de disfrutar o incluso soportarles, en algún momento, a pesar de tus esfuerzos, aún puedes retirarte.
No muerdas el cebo del sarcasmo. No vuelvas a hablar. Permanece callado, sonríe, y encuentra una excusa para ausentarte de la vecindad el tiempo suficiente para orar una oración rápida de la misericordia del perdón. Eso no quiere decir que debas tolerar la intimidación o el abuso, por supuesto, pero saliendo de la discusión mezquina envías una señal de que no deseas que te atrapen en patrones negativos. Resuelve los agravios más tarde, con la cabeza más fría. ¡Que los Santos Joaquín y Ana, parientes de san José, intercedan por tu familia esta Navidad!