Los curas de las villas miseria de Buenos Aires relanzan la lucha contra la droga y su legalización
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La muerte del sacerdote Juan Viroche en circunstancias que todavía se deben aclarar plantea una vez más en Argentina el interrogante sobre la plaga del narcotráfico.
Reunidos en el Santuario de San Cayetano, en Buenos Aires, los sacerdotes que se encuentran en primera fila en la lucha contra el narcotráfico – los curas de las villas de la inmensa periferia de Buenos Aires -, y los miembros de la Comisión Nacional de la Pastoral de Adicciones y Drogadependencia, celebraron una misa en memoria del sacerdote que encontraron ahorcado hace días en la sacristía de la iglesia de Nuestra Señora del Valle de La Florida, de la que era párroco, a menos de 20 kilómetros de la ciudad de Tucumán.
El resultado de la investigación ha descartado por ahora la hipótesis de homicidio, pero el sacerdote había denunciado amenazas cada vez más fuertes en los últimos tiempos, provenientes de los jefes narcos de la zona y expresado su desaliento por la poca colaboración de las autoridades de su provincia, y además por varias solicitudes – sin respuesta – de que lo trasladaran.
Entre los fieles reunidos en el gran templo del barrio de Liniers, meta de peregrinaciones populares por pan y trabajo, la hipótesis del suicidio choca contra un muro de escepticismo.
“Estamos conmovidos por la muerte – o el homicidio – del padre Juan”, comenta el padre Miguel “Pancho” Velo, el sacerdote de Merlo, ciudad en la periferia de Buenos Aires, a quien el Papa Francisco nombra en un video, recordando que en 2007, cuando este era arzobispo de Buenos Aires, se hizo presente en su parroquia para celebrar una misa y defenderlo de las presiones y calumnias del poder político local.
“Tenemos que seguir trabajando para parar los estragos que está haciendo la droga en nuestro país y que está generando enclaves mafiosos peligrosos”, afirma Velo. “El narcotráfico está creciendo de una manera impresionante en todo el Gran Buenos Aires (la periferia de la Capital del país), con la presencia cada vez más fuerte de drogas baratas y nocivas como el paco (derivado de la elaboración de la cocaína), que se vende impunemente en todas las esquinas”.
Porque la muerte de Viroche está relacionada con la lucha contra el narcotráfico, en la que una parte de la Iglesia Argentina que se encontraba presente en la misa estuvo siempre en primera línea. “Esta muerte, más allá de las causas, que se están investigando, nos plantea a cada uno de nosotros qué hacemos y qué hicimos, y qué estamos haciendo y dejando de hacer por los demás”, subrayó en su homilía el arzobispo de Merlo-Moreno y responsable de la Comisión Pastoral de Adicciones y Drogadependencia, Fernando Maletti.
Mons. Maletti citó a Bergoglio sobre el tema de la droga y denunció los tres grandes males de la Argentina actual: corrupción, narcotráfico y el descuido de la “casa común”. “Las redes del crimen organizado manejan dinero manchado con sangre”, advirtió Maletti siguiendo al Papa. “Hay demasiada sangre de tantas mujeres y varones que nunca serán noticia”, continuó. “La droga es un mal, y con el mal, como dice Bergoglio, no se puede ceder ni tener compromisos”.
Los sacerdotes de la Comisión pastoral confirmaron después su No “a cualquier forma de legalización de la droga”. “La prioridad”, afirmó el arzobispo, “tiene que ser la tierra, el trabajo y el techo. Allí pongamos los recursos, los talentos y el tiempo”, porque “como sigue diciendo el Papa Francisco, la droga no se derrota con la droga. Pero para decir No a la droga, hay que decir Sí a la vida, a la justicia, a la educación”. “Pongámonos la patria al hombro”, señaló al concluir la homilía, acogida por un largo aplauso.
Y hablando de Viroche hizo una comparación con el inspirador de muchos de los sacerdotes que se reunieron en la iglesia de Liniers: “Cuando ayer escuché en la radio la noticia pensé enseguida en 1974, en el asesinato del padre Mujica”, afirmó Maletti, quien citó también la frase que un vecino de la villa escribió debajo de una cruz pintada: “Un sacerdote cae muerto, ¿quién se anima a seguirlo?”.
Por Andrea Bonzo. Artículo originalmente publicado por Tierras de América