Para dominar situaciones que pueden descentrarnos y conquistar la confianza de los demás
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El autocontrol, conocido en la traducción más popular como dominio propio, es un modo de vida en el que una persona es capaz de estar equilibrada sin dejar que su conducta sea dominada por sus deseos. El ejercicio de autocontrol debe abarcar todos los aspectos de una vida puesta bajo el dominio del amor.
El principio de autocontrol no trata sólo de abstenerse de ciertas prácticas “nocivas” como peleas, borracheras y el uso constante de malas palabras, sino de tener una vida caracterizada por la disciplina.
La palabra viene del griego cuya raíz significa “agarrar”, “asegurar”, y designa a una persona que, segura de sí misma, mantiene el autocontrol.
San Pablo afirma que “todo atleta se controla completamente” cuando está entrenando. Cuando alguien se prepara para una competencia, todo es regulado: comida, hábitos, sueño y ejercicio.
El autocontrol es una actitud esencial, es una característica que todos deben tener. Sin el autocontrol nuestro testimonio pierde su eficiencia y dejamos de tener el respeto de las personas.
La falta de autocontrol destruye proyectos importantes
Constantemente acompañamos casos de personas muy competentes, pero que sucumbirán debido a la falta de dominio.
La codicia y la extravagancia son grandes tentaciones para quien lidia con el dinero. Otros son seducidos por tentaciones sexuales que destruyen la familia y la reputación.
Nadie es inmune a la tentación, especialmente cuando ocupamos un puesto sobresaliente, tanto profesionalmente como en la vida ministerial o familiar.
Lo que necesitamos es ser conscientes de que las áreas en que tenemos más probabilidades de perder el autocontrol son aquellas en que somos más fuertes, o pensamos que lo somos. El exceso de confianza puede ser nuestro peor enemigo.
El autocontrol conquista la confianza de las personas
Las personas quieren relacionarse con personas en quienes puedan confiar. Todos quieren estar con alguien cuyo ejemplo sea digno. Nadie quiere estar cerca de una persona impulsiva, imprudente en sus palabras y acciones.
Tener un carácter fuerte es algo personal, que exige cultivarse. El autocontrol ayuda a desarrollar un carácter fuerte y confiable.
Cómo desarrollar y ejercitar el autocontrol
El autocontrol no surge, simplemente, debe ser cuidadosamente desarrollado y cultivado. El ejercicio de autocontrol debe realizarse bajo la dependencia de Dios.
Debemos reflejarnos en Cristo, pues Él nos transformó en nuevas criaturas. Al pertenecer a Él, podemos buscar en Él orientación y esperar su ayuda. Podemos desarrollar y ejercitar el autocontrol a través de la dependencia de Dios.
También debemos aprender a tener una vida disciplinada, en todas las áreas. Alguien disciplinado en las pequeñas cosas también lo es en las grandes, mientras que los que son indisciplinados en un aspecto de la vida, lo son en muchos otros. En tiempos de autosatisfacción la disciplina ha sido descuidada.
Dominando nuestro genio
Al ejercer el autocontrol tenemos que aprender a recibir todo tipo de ofensas y trato rudo sin responder. Cuando somos víctimas de difamación u ofensas, sean justas o injustas, si respondemos de la misma forma, estaremos rebajándonos al mismo nivel. Estaremos permitiendo que nos domine.
El autocontrol nos permite ejercer el dominio sobre situaciones que pueden descentrarnos. Una palabra dicha no vuelve atrás, incluso pidiendo disculpas lo que fue dicho ya conlleva consecuencias naturales.
El dominio del Espíritu Santo y la falta de autocontrol son incompatibles. El Espíritu Santo produce en el corazón sumiso una disposición, una fuerza, una mentalidad que vuelven posible el autocontrol que de otra manera sería imposible.
El autocontrol libera, cuando dominamos el egocentrismo y el miedo. Produce confianza, alegría y estabilidad. El autocontrol viene a ser uno de los más importantes principios de nuestra personalidad.
Referencia bibliográfica
Sea un líder influyente – John Haggai