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El incendio más mortífero en la historia de EE.UU. no podía competir con María

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Larry Peterson - publicado el 30/07/16
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La inspiradora historia de la única aparición oficial mariana en los Estados Unidos

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El 8 de octubre de 1871, en un lugar llamado Peshtigo, Wisconsin, o en sus proximidades, varios hombres iniciaban pequeños fuegos en el bosque. Era práctica común de la época para abrir claros en la tierra y así extender el ferrocarril o ampliar la tierra cultivable. Pero ese día sucedió algo inesperado.

Un frente frío se desplazó hasta la zona creando vientos de fuerza cercana a la de un huracán. Los vientos avivaron las llamas y la resultante Tormenta de Fuego de Peshtigo mantiene hoy día el lamentable honor de ser la “tormenta de fuego más mortífera” de toda la historia de Estados Unidos.

Se calcula que cerca de 2.500 personas perecieron en el furioso infierno de 2.000 grados: hasta hoy, ningún fuego ha logrado causar tantas muertes en Estados Unidos.

Pero hay una increíble historia paralela a la de esta tormenta. Milagrosamente, un pequeño grupo de personas no sufrió daño alguno, y eso que estaban en medio del fuego. Se encontraban junto a Adele Brise.

Adele Brise tenía 24 años cuando llegó desde Bélgica a Wisconsin con sus padres en 1855. Devota católica, Adele sentía gran devoción por la Santísima Madre y rezaba diariamente.

El domingo 2 de octubre de 1859, Adele caminaba hacia casa a través del bosque cuando vio a una mujer vestida de blanco, de pie entre una cicuta y un arce.

La mujer estaba revestida de una brillante luz y tenía una banda amarilla en su cintura. Sobre su pelo largo y rubio lucía una corona de estrellas.

Adele, invadida por el miedo, empezó a rezar y la visión desapareció. Habló sobre ella a su madre y su madre y ellos le dijeron que quizás era un alma que necesitaba oraciones.

Al siguiente domingo, Adele iba de camino a misa con su hermana y otra mujer cuando vio por segunda vez a la aparición. Pero su hermana y su amiga, que caminaban un poco por delante de ella, no vieron nada.

De vuelta de misa, la Señora se apareció a Adele por tercera vez. Adele, que había confiado al párroco el misterio de esta dama, siguió el consejo del cura. Le preguntó a la Señora: “En el Nombre de Dios, ¿quién eres y qué deseas de mí?”.

La Señora respondió: “Yo soy la Reina del Cielo, que reza por la conversión de los pecadores, y yo deseo que tú hagas lo mismo. Has recibido la Sagrada Comunión esta mañana, y eso es bueno. Pero debes hacer más. Haz una confesión general, y ofrece la comunión por la conversión de los pecadores (…). Reúne a los niños en este país salvaje y enséñales lo que deben saber para la salvación”.

Adele tenía miedo. Conocía poco de su propia fe. Le preguntó cómo debía obrar con tan poco conocimiento.

La Santa Virgen contestó: “Enséñales el catecismo, cómo hacer el signo de la Cruz, y cómo acercarse a los sacramentos, es lo que quiero que hagas. Ve y no temas. Yo te ayudaré”.

Adele aceptó desde su corazón las palabras de la Santa Virgen. Así empezó un nuevo ministerio, para toda la vida, en la enseñanza de la fe católica a los niños, viajando a pie de casa en casa para instruir a los niños en sus hogares.

El padre de Adele, Lambert Brise, construyó una pequeña estructura de madera en el lugar de la aparición y, varios años más tarde, después de que Isabella Doyen donara cinco acres a los alrededores del lugar, Adele abrió una pequeña escuela.

Además, se construyó una iglesia de madera, más grande, en nombre de Nuestra Señora del Buen Socorro.

Adele y otras mujeres formaron un capítulo de la Tercera Orden Franciscana. Aunque Adele nunca pronunció los votos de religiosa, se le conocía como hermana.

Mientras tanto, se faenaba en los magníficos bosques de Wisconsin para conseguir madera. Pilas de serrín y ramas secas se amontonaban como deshecho sin consideración alguna por la limpieza o la conservación del lugar.

Y entonces llegó la noche del 8 de octubre de 1871. El fuego de Peshtigo estalló con rapidez y empezó a devorar la zona por completo con sus llamas virulentas y su intenso calor. La tormenta ígnea tomó dirección a Nuestra Señora del Buen Socorro.

Las personas cercanas a la capilla también se dirigían allí. Nunca hubo un recuento preciso de la cantidad de personas reunidas, algunas de las cuales fueron con su ganado incluso.

La hermana Adele los organizó y juntos rezaron el rosario. Procesionaron fuera de la capilla, sosteniendo en alto una estatua de María y suplicando su protección.

El fuego seguía acercándose y las personas se trasladaron al interior de la capilla, sin dejar de rezar.

Pronto, el fuego se desató alrededor de todo el complejo y las llamas incluso se inclinaban sobre él. Pero el fuego nunca tocó la capilla de Nuestra Señora del Buen Socorro ni a las personas que estaban allí.

Más de un millón de acres quedaron arrasados por la Tormenta ígnea de Peshtigo. La devastación llegaba tan lejos como alcanzaba la vista.

Sin embargo, en medio de todo aquello, la capilla de Nuestra Señora del Buen Socorro y la propiedad vallada a su alrededor estaban intactas. La propiedad se había salvado y nadie había resultado herido, ni siquiera los animales.

Los cinco acres despuntaban en mitad de aquel paisaje carbonizado como un oasis en el desierto. Las personas que fueron testigos de esta increíble visión supieron que aquella noche había obrado la Mano de Dios.

Los fieles no tenían duda de que la Santa Virgen, Nuestra Señora del Buen Socorro, se quedó allí con ellos delante de la capilla protegiendo a sus hijos de aquel infierno abrasador.

La historia de la hermana Adele y Nuestra Señora del Buen Socorro es muy conocida dentro de la cultura local y entre los fieles, pero muchos la consideraron una “leyenda urbana”. La razón: que nunca se produjo una “evaluación eclesiástica oficial”.

Luego, en 2009, la diócesis de Green Bay inició una investigación formal. El 8 de diciembre de 2010, en la fiesta de la Inmaculada Concepción, se ofreció una misa especial en el lugar por mano del obispo David Ricken.

En la misa, el obispo declaró que las apariciones marianas que vio Adele Brise eran “dignas de fe”.

El lugar de las apariciones de Nuestra Señora del Buen Socorro es sólo uno de los 15 lugares reconocidos en todo el mundo. El único en Estados Unidos.

Desde su reconocimiento eclesiástico y aprobación, el santuario de Nuestra Señora del Buen Socorro crece rápidamente como destino de peregrinaje mundial. Algo hermoso, sin duda.

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