«Dios quiere perdonarnos, Jesús no es un mago, es la gracia de esperar contra toda esperanza y la ternura de Dios encarnada». En Cristo actúa «la inmensa compasión del Padre», explicó Papa al comentar la Lectura evangélica sobre la resurrección del único hijo, que murió en la adolescencia, de le viuda de Naín. «Jesús pide para sí nuestra muerte, para librarnos de ella y darnos la vida. Y en efecto, ese joven se despertó como de un sueño profundo y comenzó a hablar. Y Jesús lo devuelve a su madre».
Entonces, «al acontecimiento central de la fe» es «la victoria de Dios sobre el dolor y la muerte», afirmó Francisco exhortando a los fieles a « permanecer íntimamente unidos a la pasión de nuestro Señor Jesús, para que se manifieste en nosotros el poder de su resurrección».
El Papa entró en procesión a la Plaza San Pedro para celebrar la Misa y presidir el rito de la canonización de dos nuevos santos: el polaco Estanislao de Jesús María Papczynski (1631 – 1701), fundador de la Congregación de los clérigos marianos de la Inmaculada Concepción de la Beata Virgen María, y la sueca María Isabel Hesselblad (1870 – 1957), que nació en una familia luterana y fundó la orden del Santísimo Salvador de Santa Brigida. «Con los pecadores —explicó Bergoglio—, a todos y cada uno, Jesús no cesa de hacer brillar la victoria de la gracia que da vida. Y hoy y todos los días, le dice a la Madre Iglesia: «Dame a tus hijos», que somos todos nosotros. Él toma consigo todos nuestros pecados, los borra y nos devuelve vivos a la misma Iglesia. Y esto sucede de modo especial durante este Año Santo de la Misericordia».
Se trata de no huir de la «cruz, sino de quedarse allí, como hizo la Virgen Madre, que sufriendo con Jesús recibió la gracia de esperar contra toda esperanza», explicó.
El Papa reflexionó en su homilía sobre las experiencias de fe y sobre el apostolado de Estanislao y de María Isabel, fundadores de órdenes religiosas: «permanecieron íntimamente unidos a la pasión de Jesús y en ellos se ha manifestado el poder de su resurrección». En la pasón de Cristo, subrayó el Pontífice, « está la respuesta de Dios al grito angustiado y a veces indignado que provoca en nosotros la experiencia del dolor y de la muerte».
«Los santos no son superhombres, ni nacieron perfectos. Cuando conocieron el amor de Dios, le siguieron, al servicio de los demás», recordó hoy Francisco en un «tuit».
Después de la ceremonia, durante el Ángelus, Francisco saludó a todos los que participaron en la celebración, «especialmente agradezco a las delegaciones oficiales que vinieron para las canonizaciones: a la de Polonia, guiada por el mismo presidente de la República, y a la de Suecia. Que el Señor, por la intercesión de los dos nuevos santos, bendiga sus naciones».
Al final de la Misa, Francisco recordó las naciones en las que nacieron los nuevos santos, mismas que visitará en los próximos meses: Polonia, a finales de julio, por la Jornada Mundial de la Juventud, y Suecia, a finales de octubre, para las celebraciones por los quinientos años de la Reforma con la Iglesia luterana en Lund. También se dirigió a todos los grupos de fieles italianos y peregrinos de diferentes países que estaban presentes, «en particular a los fieles de Estonia, así como los de la diócesis de Boloña, y las bandas musicales». Y añadió: «Todos juntos, dirijamos ahora una oración a la Virgen María, para que nos guíe siempre por el camino de la santidad y nos apoye en la construcción de la justicia y de la paz día a día».