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El demonio: “No reces, escóndete, no puedes presentarte así ante Dios”

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Portaluz - publicado el 12/05/16

¿Dónde voy a curarme si no en los brazos de Dios?

Si permanecemos fieles a la oración, poco a poco nos volvemos más apacibles, más delicados, más atentos a los demás: comunicamos la paz de Dios. Gracias a la oración los santos han logrado hacer grandes obras de amor impensables en un principio. Lo explica el sacerdote de la Comunidad de las Bienaventuranzas Jacques Philippe en una entrevista a El Prisma, de la que Portaluz ofrece un fragmento:

¿Qué es una “buena oración”?

La que nos hace encontrar a Dios y poco a poco nos transforma interiormente. Las actitudes esenciales son tres: la oración ha de ser un acto de fe, de esperanza y de amor.

Una vez hecho este primer contacto, ¿qué siente?

Bueno, es cierto que gracias a la oración uno puede llegar a sentir –a percibir sensiblemente- la presencia de Dios, su ternura y su alegría. No pasa siempre pero es algo bonito cuando ocurre…

Aunque la oración no es desde luego una mera experiencia sensorial, también es cierto que muchas vecesdespreciamos los sentimientos y nos quedamos en un plano más frío, más intelectual.

¿También se puede contactar con Dios por esta vía?

Sí, a veces. Pero hay que tener claro que la oración como acto de fe no se basa ni en los sentimientos ni en el intelecto.

¿Entonces en qué?

Hay momentos en los que buscamos sinceramente a Dios, llenos de buena voluntad, pero …Dios no responde todas las preguntas… en toda vida cristiana hay momentos de mucha luz y momentos de sequía…. en estos momentos recordemos siempre una cosa.

¿Qué cosa?

Que ni la sensibilidad ni la inteligencia son la base de la relación con Dios: es la fe, es decirle “Señor, no siento gran cosa y me gustaría comprenderlo todo, pero creo aun así con todo mi corazón que estás aquí”… con el tiempo verás los frutos.

Hablabas también de que la oración ha de ser un acto de esperanza, ¿en qué sentido?

Si rezo es porque sé que tengo necesidad de Dios, espero de Él la salvación que no puedo darme solo, espero de Él su gracia, su amor y su misericordia… Esto es importante porque paradójicamente, la oración a veces es un camino de pobreza.

¿Cuál es?

Que cuanto más entramos en la luz de Dios, más vemos nuestra miseria, nuestros límites, nuestra dureza de corazón…

No es algo agradable, pero es bueno para ser humildes, porque sólo cuando conocemos una enfermedad podemos curarla.




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Pero entonces la oración se vuelve incómoda, ¿no?

Aparece todo lo malo que hay en mi vida, y por eso mucha gente tiene miedo de la oración, miedo del silencio, de la soledad: tenemos miedo a encontrarnos a nosotros mismos. Ahí es cuando la práctica de la esperanza es importante.

¿Cómo se practica la esperanza?

Muy simple: te pones delante de Él y le dices: “Señor, estoy ante ti como un pobre, veo todos mis pecados y mi fragilidad, pero no es un problema porque Tú eres mi esperanza. Es de ti que espero mi salvación, Señor: es de ti que espero la gracia que podrá curarme, purificarme y transformarme”.

Esto es un acto de esperanza: un acto de humildad en el que dejas de hacerte el interesante, reconoces tus límites y los aceptas poniendo tu confianza en Dios. Dejas que Él sea tu roca.

No parece sencillo…

Se cuenta que al rey san Luis, Jesús le dijo: “¿Querrías rezar como un santo? Te invito a rezar como un pobre”.

Si entramos en esta actitud de humildad y esperanza, rápidamente Dios vendrá a consolarnos y nos dará la paz.

A veces tarda un poco, pero Dios es fiel: como dice la Santa Escritura, “un pobre ha gritado y Dios escucha”.

Es algo que vemos muy a menudo en la Biblia: la oración que Dios escucha –la que toca Su corazón y transforma a quien la realiza- no es la del fariseo, sino la del pobre que grita al Señor desde lo profundo, como el publicano arrodillado al fondo del templo.

Es la potencia que hay en la esperanza: si esperamos todo de Dios, aunque tengamos que pasar por la puerta estrecha, Él nos lo dará todo, porque es fiel siempre.

El tercer punto que mencionabas era la oración como acto de amor.

Sí… dar a Dios cada día media hora –en tanto que el tiempo, desde luego, es importante porque es nuestra vida- es un auténtico acto de amor.

Pero no todo el mundo tiene media hora al día para dar a Dios…

Se trata de reservar un momento del día y consagrarlo a Dios.

Pero hay momentos en los que a pesar de eso, uno puede dudar de Dios, ¿cuál es la causa, según usted? ¿El pecado?

No creo que el pecado nos aleje siempre de la oración, sino que muchas veces es al contrario: nos obliga a rezar. Dios se sirve de todo: ¿cuál dirías que es el pecado más grave?

No lo sé…

…No es el hecho de ser pecador lo que me separa de Dios: si yo lloro mi pecado y me tiro a los brazos de Dios, lo que era un pecado se convierte en una gracia. Cuanto más pecador soy, más tengo que rezar.

El demonio es muy inteligente, a veces caemos en una falta y nos dice: “no reces, escóndete, no puedes presentarte así ante Dios, eres demasiado horrible”. Y precisamente por eso hemos de rezar, ¿dónde voy a curarme si no en los brazos de Dios?

De lo que se trata es de que cada vez sea menos una oración de pensamiento, de cabeza, y cada vez más una oración de corazón, que se abra a Dios, en una apertura y abandono que hace que la oración sea profunda.

Artículo publicado por Portaluz

Tags:
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