Alimenta tu soltería como un donEl día de San Valentín es una festividad imposible de ignorar, sobre todo para los solteros y solteras que, en todas partes del mundo, lo esperan con angustiado temor. Ofrecen flores y joyas constantemente en la televisión y en internet, donde además los sitios web para encontrar pareja redoblan su publicidad.
El mensaje es claro: “Estar soltero (o soltera) es un fracaso. Vamos a arreglártelo”.
Muchos solteros están contentos siendo solteros, pero para aquellos que viven la soltería con agobio, permítanme que les diga: no pasa nada. Es normal. Dios nos hizo los unos para los otros, con un deseo y una capacidad para amar.
Para mí, la parte más ardua de estar soltera es no tener a alguien con quien compartir mi vida. Hay un deseo insatisfecho de intimidad que se repite día tras día.
Sólo queda rezar. Rezas por un esposo. Cuando eso no funciona, rezas por que Dios te transforme en mejor material de matrimonio, confiando que algo cambie en tu apariencia, haciéndote más atractiva al sexo contrario. Y por último te enfadas y empiezas a pedirle a Dios que te quite de tu corazón el deseo de estar casada, de amar y ser amada, que se lo lleve todo.
He estado repitiendo esta última petición, a menudo con amargura, durante cerca de un año, implorando a Dios que se lo llevara de mí. Le reprochaba enrabietada que no era justo que creara en nosotros unos deseos tan fuertes de compañía y amor y luego permitiera que esos deseos nunca se vieran materializados.
¿Por qué sería Dios tan cruel?
Como soltera, me han aconsejado que rezara para que desapareciera ese deseo. Pero sé que es un consejo imperfecto y mal informado y una oración incorrecta y equivocada.
¿Y por qué?
Porque tenemos que depositar nuestros conflictos a los pies de la cruz. Tenemos que confiar en Él. Podemos sacrificar nuestras miserias y recordar que nuestro esfuerzo puede ayudar a santificarnos.
Lo que no podemos es rezar a Dios y decirle, “Oye, que esto que me has dado es muy difícil. Quítamelo”. En vez de eso, debemos rezar diciendo, “Oye, Señor, esto es muy duro, así que necesito que me eches una mano. Confío en ti”.
Esto nos ayuda a avanzar por el mismo camino para el que Dios creó el sacramento del matrimonio: el camino que nos lleva hasta Él.
El propósito del matrimonio no es satisfacer nuestras necesidades ni rellenar algún vacío anhelo. El propósito del matrimonio es crecer en santidad juntos, ayudándonos mutuamente a alcanzar el cielo.
El objetivo final es siempre Cristo, llegues o no a él con la ayuda de un cónyuge.
Así que no podemos rezar para que ese deseo de amor se esfume de nuestros corazones. Mejor, recemos por que Dios aumente ese deseo y lo redirija hacia Él.
Verás, resulta que somos humanos, creados por Él y para Él. Este anhelo que sentimos por algo mayor y más profundo siempre estará ahí. Es parte de nuestra hermosa humanidad. Pedir a Dios que “se lo lleve” es pedirle que nos haga menos humanos.
Me llevó mucho tiempo llegar a esta conclusión. Le pedía que me lo quitase, y Dios me dijo, “No. Mejor, ámame a mí”.
Así que mi mensaje para vosotros solteros es que uséis este don de la soltería para disfrutar de un tiempo con Él sin distracciones. Buscadle a diario en la oración. Mostrad vuestros sentimientos con sinceridad, con rabia si cabe, pero también sed humildes. Sé que es duro y que a duras penas parece justo, y es perfectamente normal que se lo digáis, incluso a menudo si no queda otra. Pero terminad siempre vuestras oraciones con la confirmación de que confiáis en Él y pidiéndole que se haga su voluntad.
Si añoráis la intimidad, buscad intimidad espiritual con Dios. Si deseáis amor, tratad de amar más a Dios. Meditad en la oración sobre qué es el amor y qué formas hay de poner en acción ese amor. Amar a otro ser humano es fácil porque son seres tangibles que podemos ver y sentir. Amar a Dios puede resultar más difícil, dada nuestra limitada capacidad para entender la magnitud del amor perfecto de Dios.
Vuestra soltería os ofrece un tiempo a solas con Él. Quizás debierais pasar menos tiempo en sitios de internet para buscar pareja y más tiempo en la oración y la adoración ante su presencia física. Pasad menos tiempo centrados en vuestras propias penas y miserias y más tiempo contemplando sus pesares y sacrificios para conseguir un verdadero entendimiento del amor incondicional e ilimitado.
Dejad de comprar la idea de que ser soltero es un problema que necesita remedio y pensad en la soltería como un tiempo para crecer en santidad.
No cerréis vuestros corazones al amor porque creáis que no tenéis a nadie a quien amar; en lugar de eso, abrid vuestros corazones para recibir más amor de lo que vuestro corazón pueda imaginar.
No recéis por menos, rezad por más
No recéis para ser imperfecto, que no sea ese vuestro deseo, el de un amor humano imperfecto y fugaz; rezad por el amor perfecto e incondicional que sólo Cristo puede ofreceros. Rezad para que el amor que ya tenéis en vuestro corazón se nutra y magnifique para Él.
Estas sugerencias no son remedios para la soledad o la tristeza, porque estar soltero o soltera no necesita un tratamiento como si fuera una enfermedad. La soltería tiene que nutrirse como si fuera un regalo. Preparaos para que, en el próximo San Valentín, tengáis el valor de amar y ser amados.