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¿Por qué aplazamos el cumplimiento de nuestros deberes?

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Ano Zero - publicado el 31/03/16

Cómo funciona tu mente y cómo hacer rendir más tu tiempo
  • Procrasticanción: (Del latín procrastinatio, – ōnis): acción y efecto de procrastinar.
  • Procrastinar: diferir, aplazar

Mientras estemos aquí, garanticemos que los obesos eviten excesos, los deprimidos eviten la apatía, y que alguien les informe a la ballenas encalladas que deberían evitar salir del mar.

No, “evitar la procrastinación” es un buen consejo sólo para los falsos procrastinadores, aquellos que dicen “yo me distraigo totalmente en Facebook algunas veces durante el trabajo, porque soy procrastinador”.

Lo que ni el diccionario ni los falsos procrastinadores entienden es que para un verdadero procrastinador la procrastinación no es opcional: es algo con lo que no se sabe lidiar.

En la universidad, la libertad desenfrenada y repentina fue un desastre para mí, no hice nada, nunca, por ningún motivo.

La única excepción es que yo tenía que entregar trabajos de vez en cuando. Y los hacía la noche anterior, hasta que entendí que podía hacerlos de madrugada, y así fue que me di cuenta que podía comenzar a hacerlos al inicio de la mañana del día en que debía entregarlos.

Ese comportamiento alcanzó niveles grotescos cuando fui incapaz de comenzar a escribir mi trabajo de conclusión de 90 páginas hasta 72 horas antes del día en que debía entregarlo, una experiencia que terminó conmigo en el consultorio médico del campus aprendiendo que la falta de azúcar en la sangre había sido la razón de que mis manos se me durmieran y mis puños se quedaran cerrados contra mi voluntad (terminé el trabajo y no, no quedó bien).

Incluso escribir este artículo llevó más tiempo del que debería, pues pasé varias horas haciendo cosas como observar esta imagen en mi área de trabajo por haberla usado en un artículo anterior, abrirla, mirar el gorila durante algún tiempo, pensando sobre cuán fácilmente podría ganarme en una lucha, después me pregunté si podría ganarle a un tigre, luego me pregunté quién ganaría la lucha entre un león y un tigre, y luego me puse a buscar en Google al respecto y me quedé leyendo sobre el tema algún rato (el tigre ganaría).

Sí, tengo problemas.

El procrastinador sólo piensa en el presente, ignorando las lecciones del pasado y despreciando completamente el futuro, y sólo se preocupa en maximizar la tranquilidad y el placer de este instante.

¿Por qué tenemos que continuar corriendo – él se pregunta – si podemos parar (lo que nos haría sentir mejor)?

¿Por qué tenemos que entrenar con ese instrumento musical si eso no es divertido?


SOLITAIRE

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El procrastinador, que piensa en la gratificación instantánea, tiene miedo al monstruo del pánico.

¿De qué otra forma te puedes explicar que la misma persona que no logra escribir una frase introductoria en un artículo durante dos semanas de repente es capaz de estar despierto toda la noche, luchando contra el cansancio, y escribir ocho páginas?

¿Por qué motivo una persona extraordinariamente perezosa inicia una rutina rigurosa de ejercicios físicos si no es por un ataque del monstruo del miedo, aterrorizando con la posibilidad de volverse poco atractivo?

Y esos son los procrastinadores con suerte, pues hay otros que ni siquiera responden al monstruo del miedo, y en los momentos más desesperados terminan entrando en un estado de desconexión autodestructiva.

Qué clase de persona somos.

Está claro, ese no es modo de vivir. Incluso para el procrastinador que no logra hacer las cosas y continuar siendo un miembro competente de la sociedad por lo que necesita cambiar en algo.

Y aquí están las principales razones para eso:

  • Es desagradable: Mucho tiempo valioso se desperdicia agonizando en el Playground de las tinieblas, tiempo que podría haber sido utilizado en un ocio satisfactorio y bien merecido si las cosas hubieran sido hechas en un cronograma más lógico. Y el miedo no es divertido para nadie.
  • El procrastinador, en última instancia, no se valora. Termina realizando menos y falla en alcanzar su potencial, lo que corroe a lo largo del tiempo y lo llena de arrepentimiento y auto-recriminación.
  • Los llamados “necesito-hacer” pueden suceder, pero no los “quiero hacer”. Incluso si el procrastinador está en el tipo de profesión en que el monstruo del miedo está regularmente presente y logra cumplir sus metas en el trabajo, el resto de cosas de la vida que son importantes para él – estar en forma, cocinar comida más elaborada, aprender a tocar la guitarra, lectura, o incluso hacer un cambio atrevido en su carrera– jamás suceden pues el monstruo del miedo por norma no se mete en esas cosas. Logros como ese expanden nuestra experiencia, vuelven nuestra vida más rica y nos traen un poco de felicidad – y para la mayoría de los procrastinadores éstos quedan guardados en el cajón.

Entonces, ¿cómo puede mejorar un procrastinador y volverse alguien más feliz?

Originalmente publicado en Ano Zero

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