14ª Estación: Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de María
Oración: Te adoramos oh Cristo porque por tu santa cruz redimiste al mundo
El cardenal Mindszenthy de Hungría tuvo que soportar muchos sufrimientos en prisión. Lo detuvieron los comunistas el 26 de diciembre de 1948, y lo llevaron a la infamante prisión del número 60, de la calle Andrassy de Budapest, a donde llegó a las 3 a.m. Allí le hicieron lavado de cerebro para doblegarlo.
Algunas de las prácticas inhumanas del lavado de cerebro, que se probaron con el cardenal, pueden hoy conocerse por el testimonio de un agente de policía, que trabajó en la prisión de Andrassy, cuando él estaba allí. A continuación, pasó por la celda de goma. Los bolcheviques inventaron este sufrimiento, porque no deja señales, pero produce derrames sanguíneos internos y deja al preso atontado.
Otra tortura fue no dejarle dormir para producirle un agotamiento mental y físico. En un período, se le mantuvo despierto durante 82 horas. Después de días y días de tortura, los comunistas dijeron al público que había firmado una confesión, que después se demostró que era falsa.
Un funcionario que escapó relata: «Miré al cardenal y me pareció tan pequeño, que tuve la sensación de que tendría que cogerle en brazos y llevarle. Saqué unos polvos de mi bolsillo y se los ofrecí. Él me miró con ojos penetrantes y vi que creía que quería matarlo. Me quedé sin poder hacer nada; después, la mirada acusadora desapareció de sus ojos. Comprendió que quería ayudarle. Y le dije: “Tómelos, estos polvos no le matarán, le pondrán enfermo y su efecto durará sólo hasta que le lleven al hospital de la prisión; de esta forma, escapará a la cámara de tortura”. El cardenal me apartó suavemente mi mano extendida y, de pronto, aquel hombre pequeño se me apareció grande y majestuoso. Se inclinó hacia mí, apoyó su mano en mi frente y me dijo con una voz llena de un calor sobrenatural: Hijo mío, vigila y reza. Creo que me bendijo. Yo, al cabo de una hora, estaba camino de la frontera».
Sabía que era semilla de eternidad. Que Dios siempre espera con el galardón de los que saben perseverar y fructificar hasta el final. Gigante de la fe, amarrado al Señor solía rezar: «Señor, sal fiador por mí que me acosan». En 1975 murió en Roma con la bendición del Papa Pablo VI.
El cardenal Mindszenthy pudo soportar todas las torturas, porque Dios era su fortaleza. ¿Y tú?¿Soportas por lo menos las pequeñas contradicciones, zancadillas o dificultades ante el testimonio sacerdotal?
Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí
Quiero en este Año de la Misericordia, con este VIA CRUCIS SACERDOTAL, hacer un acto de fe alrededor de la Cruz de un Cristo que, en diversas circunstancias y a veces en condiciones extremas, se convirtió en la fuerza, el resorte, la razón de ser, de vivir, sufrir, creer, llorar, amar y servir en 14 sacerdotes diferentes.
El Vía crucis, de una forma u otra, cada uno lo vamos viviendo en la Vía Dolorosa de nuestra vida. El testimonio de muchos hermanos nuestros, en este caso sacerdotes, nos anima a seguir en la brecha, a empujar y no decaer en nuestro deseo de hacer de este mundo un rincón donde Dios reine, bendiga y sea la cumbre de la felicidad de todo el que le busca.
Que la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo –anuncio central de todo sacerdote– nos conmueva para estar firmes en la fe de nuestra consagración sacerdotal.
Javier Leoz,
delegado episcopal del Año de la Misericordia,
Archidiócesis de Pamplona y Tudela, Navarra
Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega