¿Quieres hacer una fiesta de cumpleaños realmente mágica e inolvidable para tus hijos… o impresionar a los invitados?
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Hace unos 10 años, cuando aún no tenía hijos, una gran amiga mía me contó que ella y el marido estaban ahorrando para dar una gran fiesta a su hija de 5 años.
La niña nunca había tenido una fiesta de esas con buffet infantil y con derecho a toda la pompa que un cumpleaños de niño en Brasil generalmente presupone.
En aquella época, no le di mucha importancia a aquello, yo aún no había entrado en el mundo de las fiestas infantiles y principalmente no conocía otra manera de conmemorar el cumpleaños que no fuera en la mayor gala.
Pero después de que nacieron mis hijos, siempre me acordaba de esa conversación. Claro que es lindo esforzarse para hacer realidad el sueño de un hijo. Pero la pregunta es: ¿será que ese es realmente el sueño de mi hijo? ¿O será que el niño, como sus papás, están presos en ese modelo de fiesta y no se permiten imaginar otras cosas?
Yo, por suerte, nunca tuve que ahorrar para hacer un cumpleaños de mis hijos, no porque seamos ricos, sino porque todas las fiestas fueron, como es costumbre aquí en Alemania, muy sencillas.
María cumplirá 7 años esta semana. Vamos a llevarla con otros 6 amigos al Museo de Ciencias de aquí de Colonia. Ellos tienen un paquete de fiesta que en el caso de María incluye un mago que va a enseñar algunos trucos para los invitados.
La comida está incluida, yo llevaré el pastel, los brigadeiros -dulce típico brasileño– (María insiste en dar un toque brasileño a la fiesta) y las bolsitas de sorpresas. Todo el chistecito cuesta menos de 200 euros.
El año pasado llevamos a María y a sus amigos a un evento de detectives de la biblioteca pública de la ciudad.
Fuimos en metro, y por increíble que parezca la posibilidad de ir en metro con sus 6 amigos, fue el mayor hit del cumpleaños para los niños.
Antes de salir nos hicimos una merienda, cantamos el cumpleaños feliz, puse una mesa muy linda.
Pero no sólo hay paseos en los cumpleaños de María. Ella ya los ha celebrado varias veces aquí en la casa, (en casa el número de amigos es más flexible) y yo siempre hago todo con el mayor interés. Ahora bien, ¿lujo? Nunca hizo falta.
María tiene un amigo que ya hizo tres veces “en busca del tesoro” en su cumpleaños. Ellos tienen una casa con jardín y el padre del niño pasa semanas trazando las pistas y los escondites. A los niños les encanta.
Otra amiga, que cumple años en verano, el año pasado hizo una fiesta muy linda en el parque. Los papás montaron una mesa bajo un árbol. El árbol estaba todo decorado con globos y tiras de papel crepé.
Mientras el papá asaba las salchichas (una barbacoa en el parque es un plan típico alemán), la madre y una amiga de la familia organizaron unos juegos con los niños.
Alguien pueden decir que no tiene paciencia ni talento para organizar una fiesta infantil, pero puedo asegurar, basada en mi propia experiencia, que es que por la felicidad de los hijos que la gente descubre talentos que nunca imaginaba que podrían existir.
Esa semana dos amigas brasileñas -una vive aquí en Alemania desde hace dos años y la otra recién llegada a Canadá- pusieron en Facebook la foto de los pasteles de cumpleaños que ellas mismas habían hecho para sus hijos.
Fue superinteresante ver eso, porque ellas dos si hubieran estado en Brasil, habrían probablemente mandado a hacer el pastel en vez de literalmente poner las manos en la masa.
Una de ellas me contó que pasó la noche haciendo pasteles pues son gemelos y eran dos pasteles. La otra, la de Canadá me hizo reír cuando vi la foto, porque ella era de esas que decía orgullosa: “no pongo un pie en la cocina de ninguna manera”. Y ahí estaba ella, mi amiga ejecutiva, con un gran estilo DIY, con su pastel de kitkat.
Sabes, yo tuve un momento, cuando María tenía entre 4 y 5 años en que me pregunté si los cumpleaños de ella no estaban siendo demasiado simples. Nosotros venimos de otra cultura, y a veces es difícil cambiar el chip.
Pero hoy estoy tranquila, a María le encantan sus cumpleaños. Ella se siente la más especial de las niñas viendo a su papá y a su mamá involucrados en los preparativos y quiere ayudar en todo.
Recuerditos, pastel, envolver el brigadeiro, hacer las invitaciones,… en el fondo, pienso que le gustan más los preparativos que la misma fiesta.
Lejos de mí decir que las personas deben hacer sus propios pasteles y llevar a sus hijos al museo o celebrar con una épica búsqueda del tesoro. Cada uno sabe lo que es importante para su hijo.
Pero tengo la sensación de que lo que hace un cumpleaños realmente inolvidable para el niño no es necesariamente el hecho de que contrates proveedores de servicios y llenes el salón de gente.
Mi consejo para quien no puede o no quiere transformar la fiesta de cumpleaños de los hijos en un desfile de carnaval es: ¡despreocúpate! Lo que queda en la memoria de los niños es esa sensación de un día mágico. Y la “magia” puede suceder de diferentes maneras.
Es esencial poner mucho amor en todo. Con amor no existe fiesta que no sea inolvidable.
Camila Furtado vive en Alemania y es mamá de María, de 7 años, y de Gael, de 4. Por un problema logístico se vio obligada a improvisar las invitaciones de fiesta de su hija con el material que tenía en casa y el resultado es lo que puedes ver en la foto de arriba. Es cierto, no es ninguna obra de arte, pero ella asegura que a María le encantó (entre otras cosas porque la “obra” es en gran parte de la propia cumpleañera).