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El Imperio contraataca: no siempre es cierto lo de que “segundas partes nunca fueron buenas”

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José Luis Panero - publicado el 17/12/15
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De hecho, la película de 1980 supera a su predecesora, Una nueva esperanza, en todos sus aspectos

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Nadie en el planeta tierra es ajeno a la trama original de la primera trilogía de La Guerra de las Galaxias. La epopeya imaginada por George Lucas es ya un hito de la historia de la cinematografía mundial, que ha arrasado las taquillas y se ha transformado en un fenómeno de culto de enormes proporciones.

El Imperio contraataca, episodio V, es la mejor constatación de que no es cierto aquello de que “segundas partes nunca fueron buenas”. De hecho, la película de 1980 supera a su predecesora, Una nueva esperanza (George Lucas, 1977) en todos sus aspectos. Y hay que reconocer que parte de una decisión muy complicada: George Lucas cedió el testigo de la dirección al estadounidense Irvin Kershner (Nunca digas nunca jamás, 1983), sin referencias fílmicas anteriores fuertes, lo que le permitió centrarse en otros aspectos como cuidar la integridad de su universo y, sobre todo, darle un giro argumental más oscuro y creíble.

El Imperio contraataca cuenta que la destrucción de la Estrella de la Muerte ha quedado atrás, pero no el deseo de venganza de las fuerzas imperiales. Aislados en el helado planeta de Hoth, la rebelión no tarda en descubrir el paradero de droides exploradores, que delatan su posición al Imperio.

En medio de una evacuación masiva y desesperada, Luke Skywalker (Mark Hamill) recibe un mensaje de su desaparecido maestro, Obi Wan Kenobi (Alec Guinness), diciéndole que debe dirigirse al sistema Dagobah y encontrar al último Jedi, el maestro Yoda. Mientras, Han Solo (Harrison Ford), Leia (Carrie Fisher), Chewbacca (Peter Mayhew) y los androides emprenden una fuga casi imposible, siendo acosados por las fuerzas de Darth Vader.

En pleno escape logran llegar a la ciudad flotante de Bespin, donde esperan obtener la ayuda de un viejo amigo de Solo, Lando Calrissian (Billy Dee Williams). Pero las fuerzas imperiales llegan antes, atrapan a los rebeldes y le tienden una trampa a Luke, quien abandona su entrenamiento Jedi en pos de salvar a sus amigos.

En este caso, el tono del filme es pesimista. Pocas cosas salen bien para los rebeldes y se podría decir que casi se encuentran al borde de la aniquilación. El escape de Hoth es angustiante, así como las peripecias del grupo a bordo del Halcón Milenario. Sin duda el espíritu de la aventura sigue estando, pero no es un filme triunfalista como la primera película, aunque recupera todo lo que tenía de esplendor aquella y hasta lo engrandece.

Quizá en la anterior el poder de los Jedi y todo lo relativo a la Fuerza queda un poco difuso. Las explicaciones de Ben Kenobi y un par de momentos de lucidez de Luke Skywalker no son suficientes para entender la magnitud de esta energía, ni el poder del Reverso Tenebroso. Por eso la secuencia de Dagobah tiene tanto peso. Yoda es otro símbolo de la saga. El pequeño alienígena -controlado por el actor inglés Frank Oz (marioneta y voz)- tiene las mejores frases de todo el guión y su forma de hablar, alterando el orden de las palabras, causa un enorme impacto.

El Imperio contraataca, en síntesis, es la mejor película de la mejor saga de ciencia ficción. Hace un uso más inteligente de los efectos especiales (que eran impecables en su momento) y retrata unos personajes complejos -bien interpretados y bien llevados gracias a una impecable dirección de actores- sometidos a situaciones límite, nos sumerge en una guerra más dolorosa que las demás Star Wars -un gran acierto la planificación ochentera y la puesta en escena- y resulta más adulta y contundente.

Tal vez su mayor defecto sea su final -la captura de Solo-, que deja un punto muy importante de la historia totalmente inconcluso… seguramente con la vista puesta en resolver con acierto el asunto en la siguiente entrega, El retorno del Jedi (Richard Marquand, 1983).

 

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