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Santa Sabina: Cuando el diablo se enojó con Santo Domingo

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Chiara Santomiero - Aleteia Team - publicado el 30/11/15
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Una historia que supera la leyenda en Santa Sabina, Roma, donde se inauguró el Jubileo de la Orden de los Dominicos

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“En fin, Domingo, déjanos dormir”. Probablemente alguno de los primeros compañeros de santo Domingo lo habrá pensado, al despertarse en el dormitorio del Monasterio de Santa Sabina, en Roma, en el corazón de la noche habitado por llanos y gemidos del santo fundador de la Orden de los Predicadores.

Al asomarse por la ventana que todavía hoy da a la iglesia donde los papas solían ir el Miércoles de Ceniza, una maravilla se abría ante sus ojos: Domingo estaba completamente “perdido” en diálogo íntimo con Dios, tanto es así que todo su cuerpo participaba con él y lloraba cálidas lágrimas por la suerte de los pecadores, gritándole al Altísimo para invocar su salvación. “Misericordia, ¿en qué se están convirtiendo los pecadores?” gritaba el fraile de Guzmán.

El pesado bloque de basalto negro

De esta manera, absorto en un “tú a tú” con el divino, ni siquiera el diablo lograba distraerlo. La leyenda cuenta que una noche, enojado, el maligno arrojó contra el santo un pesado bloque de basalto negro que cayó con el estruendo de una granada sobre una placa de mármol que cubría los huesos de algunos mártires donde Domingo yacía postrado. Las lápidas se hicieron añicos, pero Domingo ni siquiera se inmutó…

 

Hoy en día, el bloque de basalto en el que se pueden ver tanto los arañazos dejados por las garras del diablo – se llama Lapis Diaboli, es decir, la “piedra del diablo” y está colocado sobre una columna salomónica en una esquina de la estupenda iglesia paleocristiana, mientras que la lápida, reparada, está en el centro de la schola cantorum. Las historias sostienen que la lápida fue cortada por el arquitecto Domenico Fontana durante la restauración del 1527 para desplazar la sepultura de los mártires. El arquitecto luego tiró los fragmentos, sucesivamente reencontrados y reparados, pues se sabe que el diablo es hábil en esconder las huellas de sus fechorías…

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