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Pilares del Islam (1): La profesión de fe, o Sahada

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María Angeles Corpas - publicado el 30/09/15
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Es el primero de los pilares del Islam y la piedra angular sobre la que descansan todos los demásLa Sahada es la profesión de fe que constituye la adhesión a la fe musulmana. Es el primero de los pilares del Islam y la piedra angular sobre la que descansan todos los demás. La afirmación “Soy testigo de que no hay otra divinidad fuera de Dios y doy testimonio de que Mahoma es el Enviado de Dios” se realiza tres veces en árabe. Es un acto voluntario de sumisión a la voluntad de Dios, sin condiciones. Una acción liberadora de la idolatría depositada en las cosas materiales y del propio ego. Esta afirmación es frecuentemente repetida por el musulmán a lo largo de su vida y antes de morir

Por tanto, a identidad islámica puede concebirse como una estructura nucleada en torno a la shahada, que funciona como motor que da sentido al conjunto (Qur. 4, 136). Este testimonio público consta de dos elementos. El primero es una expresión de monoteísmo radical que se refiere a la unicidad divina (tawhid) y el segundo vincula esta creencia a la revelación ofrecida al Profeta. Esto significa que la reiteración de esta fórmula en distintas oraciones o solemnidades renueva la condición de todo musulmán como testigo (sahid) comprometido con las exigencias de su fe.

Al integrarse en la Comunidad de creyentes (Umma) y quedar vinculado a una tradición, este enunciado dogmático exige una materialización a través de actos de culto básicos, definidos en los otros cuatro pilares: oración, ayuno, limosna y peregrinación a Meca. En ningún caso este testimonio debe estar forzado por condicionantes que lo invalidasen, ya que no cabe coacción en religión (Qur. 2, 256). Un mandato que rechaza tanto la presión como la ignorancia de sus postulados, por ausencia o ineficacia en la divulgación del mensaje.

Esa clave introduce en el campo de la creencia el concepto de libertad, asociado a la voluntariedad y a un espacio personal de crecimiento. Especialmente en el caso de los conversos supone la cesura mediante la que reinterpretan sus biografías, culminando un periodo de búsqueda. La compleja evolución a través de la que se abandona una identidad previa y se sustituye por un sistema nuevo tiene en este rito una oportunidad para hacerlo visible y solemne. Una experiencia que hace de ese acto un paso consciente e irreversible.

Para los musulmanes en minoría, la sahada es recuerdo de su condición originaria y desafío de acomodación a un ambiente no musulmán, ante el que caben posicionamientos muy distintos. En ocasiones genera un refuerzo de la pertenencia a una comunidad religiosa y cultural relevante, frente a las dificultades inherentes a su condición minoritaria. De hecho, esta interpelación a la propia identidad se traduce en una recuperación, mantenimiento o refuerzo de las raíces. La solución individual a esta incógnita está muy condicionada por sus circunstancias personales.

La fe (iman) y la práctica de la adoración requieren del musulmán una sumisión continua a la voluntad divina, un esfuerzo para orientar toda su actividad humana al perfeccionamiento espiritual modelado en las fuentes. En contraposición con una idea pasiva o quietista del hecho religioso, se solicita del creyente una vida plenamente coherente con estos principios. De ahí la importancia que ha tenido la pedagogía del Corán y la Sunna como guías fundamentales de comportamiento individual y comunitario.

La llamada al conocimiento alude a una definición completa del compromiso del creyente, incluyendo su capacidad racional. A imitación del Profeta y de la revelación inicial, el trabajo con los textos sagrados es un método ineludible para ejercer su responsabilidad colectiva con auténtico conocimiento de causa. A consecuencia de este imperativo, el desarrollo de mecanismos educativos de transmisión de la fe constituye una derivación esencial de la identidad musulmana:

El legado recibido debe comunicarse a las nuevas generaciones y al conjunto de la humanidad mediante esta pedagogía clara y firme. Cada individuo y cada comunidad tienen sobre sí esta tarea como una de las más importantes de las que responder ante Dios. Una cuestión sobresaliente de este asunto es el necesario aprendizaje de la lengua árabe como vehículo de la revelación. En los países de este ámbito cultural, la enseñanza del Corán y del árabe ha sido tradicionalmente una misma cosa. No obstante, un gran porcentaje de la Umma universal está compuesto por personas con otros idiomas maternos.

El resultado de estos planteamientos es la llamada a una acción decidida en todos los campos de la vida social. Es decir, que nada -política, economía, cultura- debe ser ajeno a la implicación de los creyentes y a su intervención en clave islámica. En oposición al quietismo místico, esta práctica moral (‘amal) comprende las obras legítimas (aʽmāl) que deben seguirse en sintonía con la expresión oral de la creencia.

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