Constituyen el núcleo de la identidad musulmana y su asunción es proporcional al grado de práctica y compromiso del creyenteLos pilares del Islam (arkām al-Dīn) pueden definirse como los cauces de vida que debe seguir todo musulmán para concretar su desarrollo espiritual. Constituyen el núcleo de la identidad musulmana y su asunción es proporcional al grado de práctica y compromiso del creyente. Estos pilares son cinco obligaciones individuales presentes en la vida de cada fiel, que condensan la sustancia del credo y orientan su práctica. Este conjunto está integrado por la profesión de fe (šahāda), la oración ritual (ṣalāt), el ayuno del mes de Ramaḍān (ṣawm), el azaque o limosna legal (zakāt) y la peregrinación a La Meca (haŷŷ). Aunque en ocasiones se añada el concepto de ŷihād, únicamente el chiísmo ha identificado este esfuerzo personal o bélico como el sexto pilar.
Estos cinco mandatos constituyen algo más que un simple decálogo ético, dibujando en su conjunto un esquema ideal del comportamiento del creyente, cuyo acatamiento favorecería un desarrollo coherente y armónico de la comunidad de creyentes (Umma), según las disposiciones coránicas. En las sociedades islámicas la vida cotidiana se ajusta para favorecer la práctica de estas prescripciones, comenzando por el calendario lunar, los símbolos y ritos, las festividades…
El esfuerzo que las comunidades islámicas en minoría deben afrontar para aplicar esta cosmovisión a unos ritmos temporales distintos, implica la creación de estructuras que ayuden a paliar este déficit. De tal forma, lo que en los países de origen resulta natural y dado por las convicciones mayoritarias, en los de destino ha demandado soluciones precisas. Cuestiones como la habilitación de lugares de culto, horarios de oración o la legitimidad de determinadas prácticas occidentales exigían respuestas ortodoxas. Algo plasmado en realidades concretas como la necesidad de sustituir los pequeños oratorios por mezquitas en sentido estricto, o dirimir polémicas sobre la licitud de recurrir a créditos con interés para sufragar sus necesidades.
Obviamente, estas restricciones impiden que las comunidades en minoría puedan aplicar todos los elementos normativos descritos en la tradición, por mucho que hayan avanzado en el desarrollo de espacios favorables a su desenvolvimiento. Por tanto, les resulta imprescindible la observancia de lo relativo a los actos de culto (al-‘ibādāt), sin poder trasladar completamente los principios referidos a cuestiones sociales (al-mu‘āmalāt).
De este modo, los actos de culto se refieren a los pilares del Islam, con excepción del primero, la profesión de fe, del que se ocupa específicamente la tradición teológica (‘ilm al-kalām). De ahí la distinción entre algunos artículos de fe, que deben ser asumidos como credo teórico (existencia de los ángeles, del juicio final, del cielo, etc.) denominados ‘aqīda y el culto práctico presentado como ‘ibādāt.
Finalmente, puede afirmarse que la identidad religiosa islámica, conformada por el núcleo original de la revelación coránica y la tradición, ha sido capaz de mantenerse esencialmente inalterada a lo largo de la historia. La incorporación de elementos de otras religiones o costumbres anteriores no contradice su fuerza como creencia distinta y fácilmente reconocible.
La heterogeneidad cultural y étnica sobre la que se ha aplicado este sustrato no lo ha modificado. De un lado, por la expresa prohibición de desvirtuar los fundamentos del texto sagrado. De otro, por la capacidad de incorporar los elementos útiles para el crecimiento como civilización y desechar aquellos otros que entrasen en contradicción con las bases de la fe. Actualmente, el Islam es una confesión con arraigo en todos los países del mundo, aunque sigue siendo asociado básicamente con la cultura dominante en los países árabes y, por extensión, de mayoría musulmana.