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“House of Cards”: no hay como llegar a presidente para dejar de ser tan malo

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Antonio Rentero - publicado el 11/09/15

La vida del presidente de EE.UU., contada a través de un castillo de naipes: No pierdan de vista la sota

Calificación por edades: No recomendada a menores de 16 años.

Las dos primeras temporadas de la exitosa serie de Netflix nos permitieron conocer a la versión americana del no menos interesante e intrigante trasunto original británico encargado de trepar por la pirámide del poder. A diferencia de la serie de la BBC que adaptaba la trilogía de novelas de Michael Dobbs sobre el maquiavélico Francis Urquhart, en Estados Unidos Frank Underwood contaba con algo más que el apoyo sólido y constante de su esposa. De hecho si hay varios aspectos que mejoran el remake sobre el original uno de ellos es el personaje de la señora Underwood, mucho más activa que la complaciente señora Urquhart.

En esa relectura estadounidense, donde la Historia nos ha mostrado la gran relevancia de la Primera Dama, hemos podido ver, como decíamos, que en las dos primeras temporadas de la serie el personaje magistralmente encarnado por Robin Wright no era una mera comparsa del que probablemente ya haya inmortalizado para la pequeña pantalla Kevin Spacey, sino que ha adquirido el peso merecido para quien hace bueno el adagio de que tras un gran hombre siempre hay una gran mujer. En este, como en muchos casos, es precisamente ese apoyo la clave del éxito y no conviene adelantar acontecimientos sobre el significado real del mismo.

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Resulta así aún más claro a qué se refiere el “Castillo de Naipes” que consta en el título original de la primera novela de la trilogía publicada en 1989 por quien fue precisamente jefe de la mayoría parlamentaria conservadora bajo el mandato de Margaret Thatcher. Algo debía saber el señor Dobbs sobre los entresijos de ese cúmulo de cartas en el que como figuras sobresalen la sota (identificada como un sirviente), la reina y el rey.

 Los dos últimos están claramente identificados y además vemos cómo tras apoyar el ascenso por el escalafón de su marido, que llega a Presidente de los Estados Unidos de América sin que su nombre haya estado jamás en una papeleta electoral (“la democracia está sobrevalorada”, se permite el lujo de afirmar el personaje de Frank Underwood) se va reforzando esa reina de la baraja, especialmente en la tercera temporada que ha finalizado recientemente.

Y es que precisamente cuando Frank ha llegado a donde quería es donde su maldad parece haber finalizado. Conseguido el mayor objetivo posible y cuando no quedan más retos no es que la bondad seráfica se haya apoderado del protagonista de la serie pero ahora casi parece que comparado con sus tejemanejes y conspiraciones anteriores (algunas de ellas con resultado de muerte para los más inocentes de la baraja) Underwood es casi bueno. Casi (nunca dejará de serlo, es su carácter, como en la historia de la rana y el escorpión) así que ahora su “rival”, o al menos con quien mantenga una mayor tensión, sea precisamente ese otro personaje de la política estadounidense que, como el propio Frank Underwood, llega a adquirir un gran poder sin que su nombre haya figurado jamás en una papeleta electoral: la Primera Dama.

Claro, con tu esposa no vas a ser tan despiadado como con los rivales que te impedían sentarte en el despacho oval y estrenar tu mandato con esos dos enérgicos y característicos golpes de nudillo sobre la mesa presidencial con los que se cerraba el último capítulo de la segunda temporada.

Ha terminado una tercera temporada de “House of Cards” que ligeramente da la sensación de haber sido de transición pero por delante tenemos la cuarta temporada (comenzó a rodarse en junio, se estrenará el 2 de abril de 2016) en la que se nos contará la (seguro) emocionante carrera presidencial en la que por primera vez Frank Underwood se va a enfrentar a la elección del pueblo americano. Quizá sea el momento de que se desperece de su beatífica semibondad actual y continúe haciendo atractivo el devenir del mandato de un malvado. Aunque quizá estemos todos engañados (qué extraño en esta serie) y como bien dice el protagonista en algún momento de la tercera temporada “es mejor permanecer calmado cuando hay tanto juego en marcha”.

Obsérvese que no hemos mencionado la tercera figura en importancia de la baraja, la sota. El ayudante. Harán bien en no perderle de vista, en no dejarle salir de la mirilla de su objetivo. Siempre tan sacrificado, siempre tan obediente. Un fiel servidor pero ¿a quién sirve?

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