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¿Por qué los actos homosexuales son desordenados?

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Aleteia Team - publicado el 16/07/15

La complementariedad entre los sexos está escrita en nuestros cuerpos

El debate sobre el matrimonio homosexual se ha vuelto tan confuso que ya no volvemos a las bases para considerar la razón por la cual la Iglesia se opone a estas uniones. Muchos, de hecho, no entienden las razones por las que la Iglesia enseña que los actos homosexuales son “intrínsecamente desordenados”.

El problema es que gran parte de la sociedad no admite la existencia de la ley natural, la base de este razonamiento, y prefieren pensar que no hay un significado inscrito en nuestra naturaleza sino que prima lo que nosotros decidamos.

Hay que añadir que este concepto de la orientación no se aplica únicamente a la sexualidad, también existe una manera ordenada de comer (para nutrirnos) así como existe una manera desordenada de comer (comer y vomitar, una forma desordenada que no facilita el fin del acto de comer, que es fortalecer nuestros cuerpos).

La doctrina de la Iglesia se basa no sólo en la revelación, sino también en el modo en el que nuestros cuerpos están naturalmente determinados.

La primera pista de la naturaleza intrínseca de la orientación es que hay dos sexos. Karol Wojtyla, san Juan Pablo II, escribió que: “todo ser humano por naturaleza es un ser sexual, y pertenece desde su nacimiento a uno de los dos sexos… De la misma manera, que cada ser humano es un ser sexual y miembro de uno de los dos sexos significa que la total existencia de una persona tiene una particular orientación que se manifiesta en su actual desarrollo interno (Amor y responsabilidad).

Sabiendo que cada persona es varón o mujer, uno lógicamente puede cuestionar las uniones sexuales entre personas del mismo sexo. Wojtyla de nuevo explica la sexualidad de una manera en la que podemos entender el cuerpo y su naturaleza. Escribe:

El impulso sexual expresa por sí mismo los procesos de la vida de forma que el organismo que posee características masculinas ‘requiere’ de un organismo con características femeninas, junto con la que puede alcanzar el fin apropiado, el fin en el que la vitalidad sexual del cuerpo llega a su consumación natural. El proceso de la vida sexual está naturalmente dirigido a la procreación, y el otro sexo sirve para este fin.

En otras palabras, la complementariedad sexual entre los sexos está escrita en nuestros cuerpos, que no es sólo la manera complementaria en la que los dos sexos se unen en las uniones sexuales, sino también hay que tener en cuenta el natural fruto de esta unión: los hijos.

A pesar de que no todas las uniones heterosexuales terminan en procreación, una unión heterosexual puede alcanzar la procreación de una forma que las relaciones homosexuales, la masturbación o el bestialismo no lo hace. Estos últimos pueden llegar a un clímax sexual que quizás produzca un placer pasajero, pero no son la unión de dos cuerpos que están diseñados para encajar el uno con el otro ni son la potencial creación de una nueva vida.

El padre Paul Scalia, sacerdote de la diócesis católica de Arlington, explica: “Aunque nuestras culturas defiendan la existencia de distintas “orientaciones”, la realidad es que sólo existe una: la heterosexual. Esta es otra manera de expresar la verdad de que la sexualidad humana está diseñada y ordenada para un propósito. Está orientada a la unión heterosexual para la procreación y la unión marital. Cualquier otra cosa es una des-orientación, que significa que no está orientada hacia los fines propios de la sexualidad”.

Cuando hablamos de “desorientación” o “desorden”,  es importante remarcar que la Iglesia no está diciendo que esta persona sea desordenada. La Iglesia enseña que los actos homosexuales son desordenados; que existan sentimientos o atracciones genuinas hacia una persona del mismo sexo no significa que esos sentimientos sean adecuados o fructíferos.

Una persona es más que sus impulsos sexuales, y la Iglesia considera a todas las personas, incluyendo a las que se consideran a sí mismas homosexuales.

La antropología cristiana dicta, por tanto, que nos fijemos en la realidad de la ley natural. Nuestras atracciones, sentimientos, opiniones no determinan nuestra orientación sexual.

Más bien, la diferenciación física entre los sexos y su fin unitivo y procreativo obvio presente en el acto sexual señala una moral sexual en la que los actos homosexuales son considerados contra natura, y así como todos los cristianos están llamados a una vida casta, los homosexuales están específicamente llamados a practicar el celibato como un medio para obtener su santificación.


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