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El Papa: Acumular riquezas es como jugar con fuego

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Radio Vaticano - publicado el 19/06/15 - actualizado el 21/06/23

Francisco advierte ante el riesgo de la avaricia e invita a acumular en la Bolsa del cielo, en su homilía en la Casa Santa Marta

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Las riquezas acumuladas para uno mismo están en el origen de las guerras, de las familias destruidas, de la pérdida de dignidad.

La «lucha de cada día» es en cambio administrar las riquezas que se poseen y las de la tierra para el «bien común».

Es una de las consideraciones de fondo de la homilía del Papa Francisco en la Misa del 19 de junio de 2015 en la Casa Santa Marta del Vaticano.

Las riquezas te influyen

No son «como una estatua», las riquezas. Quietas, en cierto sentido no influyentes en la vida de una persona.

«Las riquezas – constata el Papa Francisco – tienen la tendencia a crecer, a moverse, a tomar un puesto en la vida y en el corazón del hombre«.

Y si lo que impulsa al hombre es acumular riquezas, llegarán a invadirle el corazón, que acabará «corrupto«.

Lo que salva el corazón es usar la riqueza que se tiene para «el bien común».

Tesoros en el cielo

La homilía del Papa se centró en el evangelio en el que Jesús enseña a los discípulos esta verdad: «Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón«.

Y por tanto, les advierte: «No acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones entran y roban; acumulad más bien tesoros en el cielo».

Ciertamente, reconoce Francisco, «en la raíz» de acumular riquezas «está el deseo de seguridad«.

Pero el riesgo de hacerlo sólo para uno mismo y de quedar esclavo de ellas es altísimo.

Guerra en el corazón

«Al final estas riquezas no dan seguridad para siempre. Al contrario, te rebajan en tu dignidad. Y esto en la familia, tantas familias divididas. También en la raíz de las guerras está esta ambición, que destruye, corrompe. En este mundo, en este momento, hay muchas guerras por el ansia de poder, de riquezas. Se puede pensar en la guerra en nuestro corazón».

«‘¡Manteneos alejados de la avaricia!’, así dice el Señor. Porque la avaricia sigue, sigue, sigue … Es un escalón, abre la puerta: después viene la vanidad – creerse importantes, creerse poderosos – y, al final, el orgullo».

«Y de allí todos los vicios, todos. Son escalones, pero el primero es este: la avaricia, querer acumular riquezas».

Administrar bien las riquezas 

Francisco reconoce también que «acumular es precisamente una cualidad del hombre», y que «hacer las cosas y dominar el mundo es también una misión».

Entonces, «esta –afirma– es la lucha de cada día: cómo gestionar las riquezas de la tierra bien, porque estamos orientados al Cielo, y se conviertan en riquezas del Cielo».

«Una cosa es verdad, cuando el Señor bendice a una persona con riquezas: le hace administrador de esas riquezas para el bien común y el bien de todos, no para el suyo propio. 

Y no es fácil ser un administrador honrado, porque está siempre la tentación de la avaricia, del ser importante. El mundo te enseña y te lleva por este camino.

Pensar en los demás, pensar que lo que tengo está al servicio de los demás y que nada de lo que tengo me lo llevaré conmigo.

Pero si uso lo que el Señor me ha dado para el bien común, como administrador, esto me santifica, me hará santo». 

Nosotros, observa el Papa, oímos muchas veces acusaciones de personas que pasan la vida acumulando riquezas.

Por nuestra parte, afirma Francisco, «todos los días» debemos «preguntarnos: ‘¿Dónde está tu tesoro? ¿En las riquezas o en esta administración, en este servicio para el bien común?».

«Es difícil, ¡es como jugar con fuego! Muchos tranquilizan su conciencia con la limosna y dan de lo que les sobra.

Eso no es administrar: el administrador toma para sí lo que sobra y da a los demás, en servicio, todo.

Administrar la riqueza es despojarse continuamente del propio interés y no pensar que estas riquezas nos darán la salvación.

Acumular, sí, va bien. Tesoros, sí, va bien: pero lo que vale – por decirlo así –en la ‘bolsa del Cielo. ¡Acumulad allí!».

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