No confundirla con asistencialismo y paternalismo
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En el día de la caridad por excelencia, el día del Corpus Christi, me gustaría compartir con ustedes una reflexión que me preocupa desde hace tiempo: ¿de qué amor al prójimo hablamos cuando hablamos de caridad? ¿Tenemos la tentación –no creo que precisamente caritativa- de seleccionar tanto el lenguaje como las actitudes y hasta las acciones caritativas según estos y estas sean políticamente correctas?
Me explico: Si proponemos y desarrollamos en la Iglesia gestos y acciones solidarias encaminadas a paliar carencias materiales, educativas, o sanitarias en el Tercer Mundo –gestos y acciones no sólo necesarios y urgentes, sino en los cuales la Iglesia está y deberá estar siempre en la vanguardia, en principio no nos harán enrojecernos las miradas inspectoras de los censores de la cultura dominante.
Pero si a la hora de ahondar en estos gestos y en estas acciones decimos que entre estas necesidades están las obras de misericordia de dar de comer al hambriento o de beber al sediento, porque no se sigue automáticamente que el “pan para hoy” sea el “hambre para mañana”, entonces estamos perdidos.
Porque nada más políticamente incorrecto que hablar de caridad y de misericordia, que se las quiere intencionadamente confundir con asistencialismo y paternalismo, porque como conceptos cristianos, van de retro para la ofensiva laicista.
Y no les digo nada si a la hora de hablar de la ayuda a la mujer, obviamos, por ideológico y eufemístico, el sacrosanto concepto de “igualdad de género”, y en cambio hablamos de ayuda a la maternidad, palabra prohibida. O si a la hora de “combatir las enfermedades” promovemos tratamientos preventivos y terapéuticos de verdad, y no procedimientos que lo que promueven es la promiscuidad, la infertilidad, o la eugenesia.
Entonces pasarán de la censura a la presión psicológica, mediática, legislativa, y punitiva. Y si decimos, por ejemplo, que el gran drama de la marginación y la exclusión social de ese cuarto mundo que convive con el primero en nuestras ciudades, tiene su principal causa, por un lado en el fracaso escolar de una educación relativista, y por otro en la des-estructuración familiar propiciada por una cultura y una legislación anti-familia, entonces ya de modélicos figurillas del “oenegismo” voluntarioso y guay, pasaremos directamente a ser peligrosos exponentes del neoconservadurismo más recalcitrante.
Pero si queremos ahorrarnos este proceso inquisitorial de principio a fin, y nos exponernos directamente al fusilamiento mediático, lo mejor es decir que la fuente y la inspiración de la verdadera caridad es Jesús-Eucaristía, que dio su vida para el perdón de nuestros pecados. Él es el fundamento de Caritas y de toda la acción social de la Iglesia.