No somos hijos únicos
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Los seres humanos formamos una familia, la gran familia humana. La familia es el espacio apropiado para la transmisión de la vida humana y para aprender valores como la filiación, la fraternidad y la paternidad.
Hablando de fraternidad hay varios tipos de fraternidad:
1. La relación de fraternidad con la obra de la creación
Es lo que muestra san Francisco de Asís cuando consideraba que los elementos de la naturaleza eran hermanos: el hermano sol, la hermana agua, el hermano lobo, etc.
2. La relación de fraternidad con todos los seres humanos
Dios quiere reinar entre todos los seres humanos. Él quiere ser puente de unión, por el amor y la caridad, entre todos; entre otras cosas, porque los seres humanos hemos sido creados por Él y, no solo esto, sino que nos ha creado a su imagen y semejanza. Esta realidad nos da una misma dignidad.
Todos los seres humanos, aunque no crean en Dios ni reconozcan su paternidad, son nuestros hermanos y personas dignas de respeto y aprecio.
No somos hijos únicos, tenemos hermanos, a los que Dios quiere tanto como a mí. En todos ellos reconozco a Dios como Padre y en ellos me reconozco hermano. Mis hermanos son todos los hombres, sin exclusivismos de ningún género.
3. La relación de fraternidad entre los discípulos de Cristo dentro de la familia eclesial
Dios es, en primer lugar, origen y modelo de la Iglesia.
La presencia de Cristo y el don del Espíritu a través de los sacramentos convierten a la Iglesia en familia en donde el misterio de comunión fraterna y de misión, que es la esencia de la Iglesia de Cristo, se encarna en las relaciones sencillas, concretas y cercanas.
Vivimos con emoción esta realidad cuando oramos juntos, cuando nos acercamos juntos a los sacramentos, cuando nos ayudamos a conocer y vivir nuestra fe, cuando nos esforzamos en descubrir la voluntad del Padre en todas las circunstancias de muestra vida en común.
Y Jesús me sale al encuentro en cada uno de ellos. Todos somos hermanos en el Hermano.
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4. La relación de fraternidad entre todos los creyentes en Cristo
Entre los que creen en Jesucristo debe haber fraternidad aunque no formen parte de la Iglesia por Él fundada.
Estos creyentes, al “estar justificados por la fe en el bautismo, quedan incorporados a Cristo y, por tanto, reciben el nombre de cristianos con todo derecho y justamente son reconocidos como hermanos en el Señor por los hijos de la Iglesia católica” (Decreto Unitatis redintegratio, 3).
Estos cristianos son hermanos en Cristo aunque sean hermanos separados.
5. La relación de fraternidad con los miembros de otras religiones
Con respecto a los no cristianos pero que tienen alguna relación con Dios como miembros de otras
confesiones religiosas –aunque no haya vínculos fraternales de fe en Jesucristo-, los lazos de fraternidad y vínculos de amistad y corresponsabilidad con los católicos ayuda a que este mundo sea según la voluntad de Dios.
La Iglesia “exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de fe y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que en ellos existen” (Declaración Nostra Aetate, 2).
Entre todas las personas debe haber relaciones cordiales, amicales, de recíproco respeto y de servicio mutuo; pero cada cual manteniéndose en su lugar.
Un católico, haciendo supuestamente honor a una amistad, no debe perder su identidad y su fidelidad a Cristo en la Iglesia, o aguar o diluir su testimonio.
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6. La relación de fraternidad según los nexos de sangre
En la familia de sangre y las relaciones más estrechas también deben reinar perfecta y armónicamente los valores de las anteriores relaciones de fraternidad.
Todos los hombres son hermanos. Los católicos con unos comparten la alegría de la fe en la verdad de Dios trinidad dentro su familia eclesial, a otros les anuncian el ideal que propone Jesús: que haya un solo rebaño bajo un solo pastor. Y a otros les muestran que hay un padre en común.
Algunos no me reconocen como hermano, pero yo igualmente los abrazo con el cariño que me da Jesús nuestro hermano mayor.