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¿Eliges tú o eligen por ti?

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 29/04/15

La libertad es lo más grande que tenemos y está en el interior

La libertad es lo más grande que tenemos. Pero, ¡cuánto nos cuesta cuando nos la arrebatan, cuando pensamos que otros nos la quitan! La libertad está en el corazón. Nadie puede imponerme algo en mi corazón, en mi alma. Ahí está el reino de Dios. Mi alma es sagrada.

Jesús, nunca fue tan libre como cuando lo ataron a la columna. Ni hubo tanta libertad en su mirada como cuando lo ataron al madero. Nunca sus manos fueron tan libres como cuando estuvieron atadas.

Ataron sus manos pero acarició más, consoló más, sanó más que en todos sus milagros por los caminos. Clavaron sus manos y sus pies, pero su abrazo fue más grande y poderoso. Y sus huellas hacia mí fueron mucho más profundas.

Yo elijo vivir de una forma o de otra la misma situación. Yo elijo vivirla con Dios o sin Él. Por fuera nada cambia, pero todo es distinto en mi interior. Yo elijo estar con Dios o sin Dios. Cada uno tiene su tiempo. Dios no fuerza el corazón.

Dios no quiere tenernos a todos cumpliendo sus normas, pero sin ser capaces de entregar el corazón. Lo único que Dios busca es que seamos felices. La oveja es libre de ir, de venir, de elegir. Jesús también es libre cuando se deja prender, azotar, crucificar, matar.

Es curioso porque a partir de esta noche Jesús no va a decidir nada ya. Todo lo van a decidir otros. Lo último que decide hacia el exterior es ir al huerto de los olivos a rezar. Es el cordero manso. Es la oveja y el pastor.

En el huerto el sí que le da a su Padre lo libera. Ese sí le hace libre. Jesús dice: “Sí, acepto. Sí, quiero. Mi corazón es libre. Soy Yo el que da la vida, no me la arrebatan”. Me impresiona su dignidad. Igual que me impresiona su contestación a Pilatos, su mirada en la cruz. Quiero ser como Él.

Siempre puedo elegir entre vivir con Él o sin Él en situaciones que me vienen dadas. Puedo hacer de esa situación mi atadura, porque me hace esclavo al quitarme la paz, al llenarme de rabia y de victimismo, o puedo darle un sí. Como Jesús en la noche de Getsemaní. Como María al pie de la cruz.

Doy el sí y me hago libre por dentro. Si soy libre, podré navegar por mares desde tierra y surcar montañas sin moverme. Puedo cambiar el mundo si yo soy libre, si decido y opto por Dios. Mi mirada cambia el mundo.

¡Qué tesoro tan grande tenemos con la libertad! Da vértigo. A veces temblamos al decidir y tememos que otros decidan por nosotros. Ejercer nuestra libertad es lo que nos hace más plenamente hombres, hijos. Dejar de ser libres es lo peor que podemos hacer.

Cuando nos dejamos llevar, cuando otros deciden por nosotros, nos hacemos esclavos. Queremos tomar las riendas en nuestras manos. Ejercer la libertad de los hijos de Dios.

¿Soy libre en las distintas circunstancias de mi vida? ¿Elijo yo o eligen por mí? ¿Le doy mi sí a Dios a circunstancias que yo nunca hubiera elegido?

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