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Por tu matrimonio - publicado el 21/04/15

Algunos consejos sobre cómo llevar un diálogo fructífero

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El dicho popular que dice “el tigre no es como lo pintan” vale también para el matrimonio. Antes de casarnos pudimos fabricar ideas románticas del amor conyugal, de la maternidad y paternidad. Pudimos imaginar un hogar siempre armónico, un padre siempre cariñoso (además de trabajador y responsable), una madre siempre amorosa y unos hijos siempre obedientes.

La verdad es que estas realidades no se dan por sí solas. Hay que trabajarlas, negociarlas, construirlas poco a poco. La relación conyugal es un estira y afloja donde constantemente hay que expresar las propias necesidades y negociarlas con las necesidades del otro, hasta llegar a acuerdos que satisfagan a los dos.

Una negociación no sirve tampoco de una vez y para siempre. Cambiadas las circunstancias de la vida se puede replantear o sentir que lo acordado unos meses atrás ya no satisface como antes. Por eso hay que estar abiertos a escuchar, negociar y hasta ceder, no una vez, sino varias veces. Esto no quiere decir que siempre eres tú quien tiene que ceder. El ceder debe ser de ambos lados para lograr tener un relación armónica.

Se debe igualmente saber que no estamos obligados a ceder en aquello que es propio de nosotros y que consideramos una característica personal irrenunciable. Pero sí podemos, por amor, dejar de darle tanta importancia a cosas que no son tan relevantes en nuestra vida.

Si estás pasando por una situación difícil en tu relación matrimonial o de familia, lo primero que tienes que hacer es respirar profundo, tener una actitud positiva. Es decir, es importante pensar que “todo en esta vida tiene solución, excepto la muerte”, y por el amor que le tienes a tu esposo o esposa y familia, vale la pena que busques y logres soluciones a estos problemas. Está claro que solo(a) no puedes. Se necesita del Todo Poderoso para salir avante de la situación.

Es vital que identifiques cuál es el problema del momento. Muchas veces se busca ayuda cuando se tiene ya una bola de nieve que los supera en tamaño. Por eso se debe identificar muy bien cuál es el problema inmediato, para poder ir desenmarañando esa bola de dificultades. Ya identificado el problema, habrá que recurrir al diálogo sincero y profundo con tu cónyuge. Recuerda siempre que es con la persona que está a tu lado que vas a hacer equipo para superar esta situación.

He aquí algunas recomendaciones para llevar acabo un diálogo fructífero:

Busca el momento, el lugar y el tiempo oportuno.

Entra a dialogar de mutuo acuerdo y con la mayor disposición de encontrar una solución.

Escucha con atención, mirando a los ojos al que habla, con serenidad, sin juzgar lo que te está diciendo, respetando su opinión y sin interrumpir mientras el otro habla.

Expresa con claridad, de forma directa y sencilla tu punto de vista o tu necesidad y concéntrate en el problema, hablar realmente del problema del momento, sin traer a colación otros asuntos o situaciones pasadas, porque entonces la bola de nieve seguirá creciendo. Así por ejemplo, es mejor decir “me siento sola e incomprendida y necesito que me escuches”, a decir “es que tu nunca me escuchas”, etcétera.

 Sé humilde y dispuesto a perdonar y pedir perdón, pues tu esposo(a) y tus hijos son lo más importante en tu vida.
 Dialoga hasta llegar a un acuerdo o solución y lleva a la práctica lo acordado.

Después de tener un diálogo sincero y profundo te sentirás más descansado y en paz. Cada discusión resuelta es como una ganancia que se va acumulando y dejando la sensación de que realmente, a pesar de las diferencias, los dos pueden entenderse. Y es que de hecho, las dificultades significan que hay algo del otro que aún no conozco. Por eso, después de un diálogo los dos han ganado en intimidad y conocimiento. Cuando en cambio el diálogo o la discusión no se da, se van acumulando sensaciones de frustración que pueden crecer como una avalancha y la bola de nieve un día puede amenazar atraparlos.


Cuando estés dialogando y veas que el diálogo se está tornando en una discusión ofensiva, proponle a tu cónyuge que se tomen de las manos, se vean a los ojos y eleven una oración al Creador. Después de este pequeño espacio, continúen con su conversación.

Te recomendamos igualmente que, como preparación al diálogo y antes de comenzarlo, le pidas  a tu esposo(a) que lea este artículo, u otro parecido que pueda servirles de orientación en la cual los dos puedan basarse. Esto hará que ambos estén en el mismo canal y con similares actitudes y disposición.

Cuando la relación está muy deteriorada o crees que requiere, que una tercera persona intervenga porque ya entre ustedes dos no pueden llegar a acuerdos o bien no saben como resolverlo, es bueno buscar un profesional, un guía espiritual o una persona recomendable por su conocimiento en el tema o su sabiduría, para que les proporcione una consejería matrimonial. Hay también terapias de grupos o grupos de apoyo a matrimonios que pueden serles útil. Eviten recurrir a un familiar o persona allegada a los dos.

Si un día pudieron entenderse y amarse es muy probable que también ahora lo puedan hacer. No olviden pues los sueños y alegrías que los unieron. Tener la voluntad de mejorar su vida conyugal y familiar es una energía poderosa para salir adelante, y recuerden que cuentan siempre con la gracia de Dios.

Artículo originalmente publicado por Por tu matrimonio

Tags:
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