“Teníamos una casa y estábamos entretenidos, y aquí no”, pero “gracias a Dios… Él nos protegió”. Así recuerda Maryam su casa desde el campo de refugiados al que tuvo que marcharse a vivir cuando los yihadistas invadieron su ciudad, Qaraqosh.
“Dios nos ama y no dejó que el ISIS nos matara”, afirma con toda seguridad. ¿Sus sentimientos frente a los que hicieron daño? “Sólo pido a Dios que los perdone”.
Sus ojos inocentes, su sonrisa y sus palabras llenas de esperanza siguen sorprendiendo al mundo. El tiempo ha pasado y la situación en Irak ha mejorado. El testimonio de esta niña sigue recorriendo las redes sociales recordando en la red que la bondad siempre tiene la última palabra.