Por qué algunos católicos hacen penitencia si Jesús pidió misericordia y no sacrificios
Hablar de penitencia en pleno siglo XXI podría ser como hablar de escribir jeroglíficos. Lo más común hoy es que si se acepta un sufrimiento sea el que se ofrece al dinero, la fama y la belleza física.
El sufrimiento que nos lleva a “ser” está en segundo plano, mientras el sufrimiento que nos lleva a “parecer” se comprende y se fomenta.
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Sufrir y ofrecer este sufrimiento a Dios parece impensable. Para convencernos que mejor dedicarnos a otras cosas, se suele replicar con una frase del Evangelio: “misericordia quiero y no sacrificios” (Mt 9, 13), que se entiende como quedarnos con las tolerancias y desafectos.
Pero Cristo nos señaló que tendríamos que cargar con nuestra cruz y negarnos a nosotros mismos. ¿No son estas indicaciones verdaderos sacrificios?
¿No es la verdadera misericordia el mayor de los sacrificios? ¿A qué se refiere Cristo entonces con el rechazo a los sacrificios?
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En la religión judaica que conoció Cristo, los sacrificios eran siempre actos externos al ser humano. Se sacrificaban animales para simbolizar el sacrificio interior, pero se les olvidaba que un signo que no tiene contenido verdadero es una mentira.
¿Cómo aplicar esto a nuestra Cuaresma?
En la Cuaresma está simbolizada esta vida laboriosa, que tiene necesidad de continencia para mantenerse, ayuna de la amistad del mundo #SanAgustin (Carta 55,15)
San Agustín señala el sentido de la Cuaresma: el esfuerzo que conlleva alejarse de las tolerancias y desafectos de la sociedad. Dejar de trabajar por las apariencias y empezar a trabajar nuestro “ser”.
¿Cómo trabajar nuestro interior?
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Lo que somos, nuestra naturaleza, sólo puede ser transformada por Cristo a través de la Gracia. Nuestra voluntad debe unirse a la de Dios, para permitir que la Gracia nos transforme.
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“La gracia no es otra cosa que un cierto principio de gloria en nosotros”.
Se trata de deshacernos de miedos y recelos a la acción del Espíritu en nosotros. La penitencia es precisamente la acción voluntaria de negarse a sí mismo, tomar nuestra cruz y seguir a Cristo.
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