A todos nos ha impactado el asesinato de doce personas en el local de la revista francesa Charlie Hebdo. El mal está dentro y fuera de nosotros y es difícil sustraerse de pensar en medidas violentas para luchar contra la violencia.
¿Contra quién se lucha? ¿Contra quiénes ha de decirse: Líbrame, Señor, de la mano del pecador y de la del malvado e injusto? Nuestra lucha, dijo, no es contra la carne y la sangre, sino contra los príncipes, potestades y rectores del mundo de estas tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en los cielos. Contra un hombre te precaves evitándolo; contra el diablo, orando. A un enemigo visible se le evita procurando no hallarte tú allí donde está él. Evitas a quien ves. ¿Cómo evitarás a quien no ves? Orando. Reza contra él; tus dardos son los de la oración. (San Agustín. Sermón XXIIA, 5)
El cristianismo no nos llama a la violencia. Cristo mismo es el Cordero de Dios, que acepta ser inmolado para que la redención llegue a todos nosotros. ¿Contra quien luchamos en occidente?
Como dice San Agustín, la lucha no es contra otros seres humanos, sino con la dominación, la potestad y quienes son capaces de transformar a seres humanos, en armas carentes de compasión y alma. Sólo el diablo es capaz de corromper y destrozar el alma de una persona. Debajo del diablo están sus herramientas humanas, que saben cómo crear las condiciones para que el mal nos hiera.
¿Cómo evitamos caer en al tentación de convertirnos en máquinas del mal? Orando, ya que quien reza lanza dardos contra el diablo. Quien reza a Dios, que es Amor, aleja la tiniebla que seca, seca y destroza el alma. Contra las personas malvadas hay que precaverse, actuar sin violencia para alejarlas y sobre todo, para convertirlas.
Oremos por las víctimas del atentado terrorista, sus familias, amigos y por todos nosotros. Para que el diablo vuelva a su cueva oscura y la Luz de Cristo nos ilumine
¿Contra quién se lucha? ¿Contra quiénes ha de decirse: Líbrame, Señor, de la mano del pecador y de la del malvado e injusto? Nuestra lucha, dijo, no es contra la carne y la sangre, sino contra los príncipes, potestades y rectores del mundo de estas tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en los cielos. Contra un hombre te precaves evitándolo; contra el diablo, orando. A un enemigo visible se le evita procurando no hallarte tú allí donde está él. Evitas a quien ves. ¿Cómo evitarás a quien no ves? Orando. Reza contra él; tus dardos son los de la oración. (San Agustín. Sermón XXIIA, 5)
El cristianismo no nos llama a la violencia. Cristo mismo es el Cordero de Dios, que acepta ser inmolado para que la redención llegue a todos nosotros. ¿Contra quien luchamos en occidente?
Como dice San Agustín, la lucha no es contra otros seres humanos, sino con la dominación, la potestad y quienes son capaces de transformar a seres humanos, en armas carentes de compasión y alma. Sólo el diablo es capaz de corromper y destrozar el alma de una persona. Debajo del diablo están sus herramientas humanas, que saben cómo crear las condiciones para que el mal nos hiera.
¿Cómo evitamos caer en al tentación de convertirnos en máquinas del mal? Orando, ya que quien reza lanza dardos contra el diablo. Quien reza a Dios, que es Amor, aleja la tiniebla que seca, seca y destroza el alma. Contra las personas malvadas hay que precaverse, actuar sin violencia para alejarlas y sobre todo, para convertirlas.
Oremos por las víctimas del atentado terrorista, sus familias, amigos y por todos nosotros. Para que el diablo vuelva a su cueva oscura y la Luz de Cristo nos ilumine