Hoy se cumplen diez años del incendio en la discoteca República de Cromañón, por la que el entonces cardenal Jorge Bergoglio pidió “llorar”.
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194 jóvenes perdieron la vida en el incendio de la discoteca República de Cromañón, en Buenos Aires, el 30 de diciembre de 2004. A diez años de la tragedia que marcó una generación de jóvenes argentinos, sobrevivientes, familiares y amigos llaman la atención a una sociedad que aún no ha “llorado” lo suficiente.
Ese día, más de 4000 personas asistieron al concierto que la por entonces popular banda de rock Callejeros dio en la discoteca de Once, discoteca habilitada para la concurrencia de mil. Un clásico en este tipo de conciertos, tanto de Callejeros como de otras bandas, era el uso de bengalas. Cerca de las 22.50 una de ellas impactó material inflamable y se desató la tragedia, que minutos después ya estaba presente en todos los canales de televisión y rápidamente activó noches de desesperación en miles de familiares y amigos. “¿Él fue al final?”; “No atiende el celular, está apagado”; “Vamos para Once”; “No entres…”; “Se lo llevaron al Argerich”; “Podría estar en la morgue”, son diálogos que familiares y amigos, jóvenes la gran mayoría, no olvidarán jamás.
Las actividades organizadas por las distintas organizaciones que buscan perpetuar la memoria de los jóvenes y garantizar el cumplimiento de la justicia contemplan la presentación de músicos, charlas, la lectura de los nombres de las víctimas, una marcha de Plaza de Mayo a Once entre otras.
Por aquel tiempo, el Arzobispo de Buenos Aires era el cardenal Jorge Bergoglio. Él y sus obispos auxiliares se volcaron de lleno para acompañar a las víctimas, a todas, desde un primer momento. Esa misma madrugada el Cardenal visitó sobrevivientes internados. Al día siguiente, el auxiliar monseñor Eduardo García celebró la Misa a escasos metros de donde todavía amigos y familiares buscaban a sus seres queridos, donde ya se había empezado a instalar el “santuario” que aún hoy persiste.
Un año después, el cardenal Bergoglio acuñaba un diagnóstico que luego aplicó a otras tragedias, pero que para Buenos Aires es sinónimo de Cromañón:
“Esta ciudad vio segada la vida de 194 hijos jóvenes, que eran promesas, que eran futuro. Se nos segó la esperanza de esos chicos, que no van a ser sustituidos por nadie, porque cada uno es único, insustituible. Por eso, yo quisiera decirle a esta ciudad, tan preocupada por muchas cosas, que mire con corazón de madre -porque la ciudad también es madre- a estos hijos que ya no están y que llore. Queridos hermanas y hermanos: Buenos Aires necesita llorar. Buenos Aires no ha llorado lo suficiente. Buenos Aires trabaja, busca, rosca, hace negocio, se preocupa por el turismo, pero no ha llorado lo suficiente esta bofetada. Buenos Aires necesita ser purificada por el llanto de esta tragedia y de tantas”.
Por varias semanas la vida nocturna de la juventud porteña se vio transformada. Ni abrían los locales nocturnos, todos puestos en jaque ante la evidente corrupción que permitió el funcionamiento de Cromañón esa noche, ni había espíritu para ello. Las historias de esa fatídica noche, de amigos, de familiares, de conocidos, se esparcieron rápidamente. Pero el tiempo fue pasando. Los locales se reabrieron, y Buenos Aires siguió adelante, aún con el clamor de familiares que en su reclamo de justicia insólitamente recibían algunas acusaciones. Cinco años después, el todavía Arzobispo de Buenos Aires cardenal Bergoglio volvía a insistir: "Venimos a llorar por nuestra ciudad, que no llora todavía. Ciudad vanidosa, casquivana y coimera, que maquilla las heridas de sus hijos y nos las cura”.
El acompañamiento de Bergoglio y de sus obispos auxiliares no se limitó a los familiares de las víctimas. Fue permanente el acompañamiento suyo a algunos de los acusados por la tragedia, como los miembros de la banda. A poco de asumir como Pontífice Francisco intercambio cartas con Patricio Fontanet, líder de Callejeros. “Quiero decirte que, aunque lejos, estoy cerca de ti y de la banda, como escuchando a la distancia lo que sienten y dicen. Me gustaría estar más cerca para acompañarlos mejor”, le escribió en ese momento.
También su entonces Obispo Auxiliar, y hoy titular de Gualeguachu y de la Pastoral Social nacional monseñor Jorge Lozano, quien, como reconocía recientemente el grupo “Que no se repita”, “se ha ocupado de toda la población Cromañón, tanto de las víctimas como de los indicados como responsables”.
Recientemente monseñor Lozano ha sido destacado como personalidad destacada de la ciudad de Buenos Aires, a pedido de los sobrevivientes, familiares y amigos. Ellos mismos, como escriben en “Que no se repita”, valoran este acompañamiento:
“Monseñor Jorge Lozano, no ha abandonado jamás a las familias de las víctimas, encontrando e inventando espacios de encuentro y reflexión para que quien, estuviera en condiciones, pudiera abordar un tema tan complejo como el duelo, acompañado y sostenido desde el plano espiritual, que tanto nos ha ayudado a quienes hemos perdido vidas preciosas en la Tragedia. También se ha preocupado por la salud de los responsables, como Omar Emir Chabán, cuando el mismo se encontraba detenido en la cárcel de Marcos Paz, como así también ha brindado contención a su familia. Ha llevado palabras de aliento a familiares de los Funcionarios Públicos detenidos, en el marco de dicha causa, y ha velado también por la integridad espiritual de los familiares de la banda, lo que pone de manifiesto los valores espirituales que deseamos resaltar a través del nombramiento”.
A diez años de la tragedia, los cambios en el control de los establecimientos nocturnos cerrados, en algunos casos, han sido notables y loables. Pero si Buenos Aires y la Argentina hubiesen terminado de llorar la tragedia, muy distintas serían las cosas. Independientemente del cauce judicial, que aún se debe debates ante pedidos de excarcelación de funcionarios, músicos y gerenciadores de la discoteca condenados, corrupción, inseguridad, violencia, excesos, siguen colmando las grillas de noticias.