En el curso de la historia cristiana, la mayoría de los cristianos ha usado una liturgia, entendiendo por ella como una serie establecida de palabras, acciones y rituales opuestos a un tipo de adoración de forma libre, flexible.
Esto no significa que las Iglesias no litúrgicas (por ejemplo, algunas protestantes) estén del todo desorganizadas. A menudo planifican sus servicios en base a modelos familiares, pero no siguen la secuencia precisa de textos, pasajes o acciones, que consideran demasiado formales y constrictivas.
Aún hoy, en cualquier caso, las Iglesias litúrgicas representan por aplastante mayoría la norma cristiana. Si tenemos en cuenta a católicos, ortodoxos, anglicanos y luteranos, representan probablemente tres cuartas partes de todos los cristianos del mundo.
Recientemente, incluso Iglesias históricamente no litúrgicas han adoptado selectivamente formas litúrgicas, en lo que algunos llaman un movimiento de “antiguos futuros”.
La liturgia es un tema amplio, objeto de un saber de muy amplio calado. En esta ocasión quisiera sugerir brevemente por qué es tan fundamental para la vida eclesial.
En sus orígenes, la palabra griega leitourgia significaba “el trabajo de la gente”, mejor traducido como “servicio público” o “deber público”.
En el uso común, la palabra se refiere también a la liturgia, refiriéndose al servicio particular que culmina en la Eucaristía o Sagrada Comunión.
Una liturgia católica o anglicana incluye diversas partes que juntas forman una secuencia lógica y un todo unificado, como una sinfonía. Estas incluyen por ejemplo piezas como el Kyrie Eleison, el Gloria, el Credo, el Sanctus y el Agnus Dei.
¿Qué hace por tanto la liturgia, y por qué ejerce aún su sorprendente fascinación después de dos milenios? Sin intención alguna de ser definitivo, permítanme que ofrezca mis 9 tips sobre la liturgia.
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