Hernández sustituye a Porfirio Lobo en la presidencia hondureña en un entorno complicado
Con una Misa de Acción de Gracias y un servicio pastoral, el nuevo presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández inició su mandato. Junto con su familia, funcionarios de su gabinete, empresarios y un buen número de personas que se acercaron a pedir por Hernández y porque mejore la situación en el país centroamericano, el nuevo mandatario se cobijó –al inicio de su mandato–en la fe de un pueblo que sufre altos índices de violencia y miseria.
Veinte asesinatos diarios
Tras de una controvertidas elecciones, el Partido Nacional de Honduras inició su segundo mandato consecutivo, por primera vez desde que el país retornó a la democracia en 1980.
Hernández sustituye a Porfirio Lobo en la presidencia hondureña en un entorno complicado, lastrado por el descrédito de una acción gubernamental que no ha podido generar esperanza entre el pueblo. Por dos años consecutivos, por ejemplo, la ciudad de San Pedro Sula ha sido calificada como la ciudad más violenta del mundo.
El reto de Hernández y de su Partido es reducir la pobreza que afecta a siete de cada diez hondureños. El desempleo toca la puerta de un millón y medio de personas económicamente activas, y la violencia se cobra un promedio de veinte víctimas cada día.
En el encuentro previo a asumir las funciones de presidente de la República, Juan Orlando Hernández escuchó tanto de los católicos como de los cristianos protestantes un mismo reclamo: trabajar de corazón por los más necesitados y buscar la unidad de la familia hondureña.
La división lesiona la misión
La Misa de Acción de Gracias se celebró en el Basílica de la Virgen de Suyapa, patrona de Honduras (cuya fiesta se celebra 3 de febrero y fue presidida por el enviado del Vaticano y nuncio apostólico en Costa Rica, monseñor Pierre Nguyen van Tot.
Durante la homilía de la Misa, el canciller de la Iglesia católica de Honduras, el padre Carlomagno Núñez, dijo que es absolutamente necesaria la unidad “para construir una Honduras mejor, una patria con seguridad, con mejor educación, donde impere la justicia y la paz, basada en la equidad y solidaridad”.
El padre Núñez agregó que “la división, la intolerancia, el partidismo avieso, la confrontación, son oscuridades que deben ser iluminadas por la alegría y el gozo de sentirnos hermanos, aunque no pensemos igual, las divisiones lesionan la eficacia de las misiones”.
Los problemas y las discusiones postelectorales –dijo el canciller de la Iglesia hondureña—deben quedar atrás. Es necesaria, afirmó, “una legislación unida a beneficio de los más necesitados de Honduras para vencer las dificultades que existen en el país, como la violencia, el narco negocio, el empobrecimiento de familias, la falta de empleo y la corrupción”.
Para el padre Núñez “no es necesario que todos pensemos igual, al contrario, la suma de diferencias y formas de pensar pueden ayudar a tomar las mejores decisiones en favor de las grandes mayorías”.
Dirigiéndose al nuevo presidente de la República, el padre Núñez recomendó a Hernández y su gabinete amar al pueblo, escucharlo, para elegir el camino, “si no se hace, el gobierno no será bueno”, recordó al tiempo que sugirió a todos los hondureños acompañar a las nuevas autoridades.
A través del canciller, el cardenal de Honduras y arzobispo de Tegucigalpa, Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, envió un mensaje en el que precisó estar orando para que Hernández y su cercano equipo puedan hacer un gobierno que priorice la cultura del respeto, el encuentro fraterno, el bien común.