Santa Lucía nació en Siracusa (Sicilia, Italia), de padres nobles y ricos y fue educada en la fe cristiana.
Murió mártir en plena persecución de Diocleciano (siglo IV) porque un pretendiente no soportó que entregara su virginidad a Dios y la delató ante el procónsul Pascasio.
Al ser interrogada por el juez, declaró: "Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor a mi Señor Jesucristo".
La devoción a santa Lucía se expandió enseguida. Se cuentan muchas leyendas en torno a la mártir. Una de ellas explica que unos guardias le sacaron los ojos pero Lucía recobró milagrosamente la vista.
En 1894 se descubrió la inscripción sepulcral donde está enterrada en las catacumbas de Siracusa.
Protectora de la vista
Santa Lucía es patrona de los ciegos y de los oculistas, así como de los sastres y costureras. Se le encomiendan los problemas de visión.
También es patrona de campesinos, electricistas, chóferes, fotógrafos, afiladores, cortadores, cristaleros, fontaneros y escritores.
Oración
¡Oh Bienaventurada y amable virgen Santa Lucía, universalmente reconocida por el pueblo cristiano como especial y poderosa abogada de la vista, llenos de confianza a ti acudimos; pidiéndote la gracia de que la nuestra se mantenga sana y le demos el uso para la salvación de nuestra alma, sin turbar jamás nuestra mente en espectáculos peligrosos. Y que todo lo que ellos vean se convierta en saludable y valioso motivo de amar cada día más a Nuestro Creador y Redentor Jesucristo, a quien por tu intercesión, oh protectora nuestra; esperamos ver y amar eternamente en la patria celestial. Amén.