A monseñor Poli le gustaría dialogar tranquilamente con quienes cometieron la profanación
Monseñor Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires, encabezó el 3 de octubre una celebración penitencial unida a la celebración eucarística con motivo de la profanación del templo de San Ignacio de Loyola por parte de estudiantes del vecino Colegio Nacional quienes se internaron en el templo más antiguo de Buenos Aires a través del túnel que une al templo con el colegio y pintaron consignas anarquistas y profanaron la Eucaristía.
Antes de iniciar la celebración, monseñor Poli realizó el ritual de aspersión del agua bendita en los lugares que habían sido profanados, guiado por el párroco, presbítero Francisco Baigorria. La misa fue concelebrada por el nuncio apostólico, monseñor Paul Emil Tscherrig; los obispos auxiliares Joaquín Sucunza, Vicente Bokalic Iglic y Enrique Eguía Seguí, además de unos 30 sacerdotes.
Entre los asistentes a la celebración y acto de desagravio, estuvo el rector del Colegio Nacional, Gustavo Zorzoli, pero no asistieron alumnos. También participaron el vicerrector de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Alberto Barbieri, y el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, en representación del gobierno nacional.
Un hecho triste y deshonroso
Monseñor Poli comenzó su homilía recordando hechos patrióticos que se habían producido en el templo de San Ignacio de Loyola, terminado de construir en el siglo XVIII así como reconociendo las obras de arte que alberga.
“Pero, como ustedes saben, no nos ha convocado la conmemoración del pasado, ni tampoco la belleza de este templo, ni siquiera sus vínculos a la historia patria o el valioso patrimonio edilicio, sino el triste y deshonroso hecho de su profanación”, recordó el sucesor de Jorge Mario Bergoglio en el arzobispado de Buenos Aire.
Más adelante recalcó que “los que la perpetraron, a su paso, dejaron las huellas de la vieja gramática de la intolerancia, una muestra de incapacidad para aceptar las diferencias, y pienso también, de desconocimiento cultural y religioso, porque así los eximimos de mayores responsabilidades”.
Monseñor Poli, en este acto de desagravio, indicó que se estaba profanando “un espacio consagrado al culto católico, a las realidades espirituales, es una grave ofensa a Dios y a los que creemos en Él. Las injurias que se cometen en un templo, afectan y hieren en cierta manera a toda la comunidad de los creyentes en Cristo, de quienes el edificio sagrado es signo e imagen”.
En palabras de monseñor Poli, los que cometieron estos actos se ensañaron con el altar, el lugar de la celebración del sacramento del amor y donde se hace patente el misterio de la Comunión.
Tras explicar las lecturas del día, monseñor Poli pidió no perder el don de la paz, “que le da a la Iglesia serenidad y perseverancia, y tomemos las adversidades del camino como signos de que el Reino está en gestación. Mientras tanto, nuestra misión es anunciarlo y construirlo entre nosotros con la persuasiva verdad del Evangelio. La misión que inició Jesús con el envío de los discípulos está abierta y nos toca continuarla con alegría y esperanza”.
Ser creativos, construir un mundo más fraterno
En un estilo coloquial muy propio del Papa Francisco, el nuevo arzobispo de Buenos Aires relató que lo que haría con quienes cometieron la profanación, sería dejar el báculo, tomar mate si fuera posible y, respetando la diversidad de ideas, me gustaría trazar un puente que nos una y practicar con ellos el antiguo arte del diálogo humano”.
“Por mi parte -explicó monseñor Poli- les hablaría de Jesús y sus ganas de encontrarse con ellos. Quizás no sepan que la Iglesia no tiene luz propia, su luz le viene de Cristo que es Luz del mundo; y esa luminosidad, la comparte con cada bautizado, para que, donde nos encontremos, hagamos brillar el Evangelio de la Vida".
Finalmente, monseñor Poli dijo que a“los jóvenes, les propondría apostar a la cultura del encuentro, como nos invita el Papa Francisco, que movido con la audacia que da el Espíritu, hoy nos invita a ser creativos y a no claudicar en la construcción de un mundo más fraterno”.