Padre Raschid Vargas: “Desde mi patineta llevo el proyecto de Dios”
La evangelización de los jóvenes puede tomar derroteros impensables hace apenas unas décadas. Hoy, con el desarrollo de las redes sociales y de las concentraciones de amigos a través del teléfono móvil, la misión de la Iglesia latinoamericana –sobre todo después de Aparecida—se ocupa de ellos en sus ambientes, no esperando a que ellos –los jóvenes—vayan a los ambientes de la Iglesia.
El sacerdote católico Raschid Vargas de 35 años, se ha convertido en uno de esos ejemplos de lo que es ir a las “periferias subjetivas” y a las periferias reales de las que habla el Papa Francisco.
Su trabajo ha sido observar, implementar y acompañar la técnica y el espíritu de los jóvenes skaterers de San José de Costa Rica.
Andar en patineta es una actividad que conoció a los 14 años y la cual no ha dejado desde entonces. La propia patineta le ha dado la oportunidad de acercarse a sectores del pueblo de Dios que suelen estar un poco abandonados por los pastores.
Descubrió lo emocionante que puede ser andar en patineta a la edad de 14 años y desde ese momento hasta los 17 no abandonó esta actividad, posteriormente la tuvo que dejar por sus actividades de estudio, pero la redescubrió en la primera mitad de su segunda década de vida y desde entonces no la he dejado. Podría parecer que nos estamos refiriendo a cualquier joven profesionista. Pero no es así, hablamos del sacerdote costarricense Raschid Vargas.
El llamado desde la patineta
Actualmente tiene 35 años y es párroco de uno de los barrios marginales de San José Costa Rica. Ha sido skater (practicante del deporte skateboarding) desde la adolescencia.
Al entrar al seminario abandonó temporalmente la actividad hasta que un día llegaron a convivir al seminario unos jóvenes, unos a jugar futbol, básquet y voleibol. También aparecieron otros con una patineta bajo el brazo. "Alguien preguntó: ‘¿Y qué hacemos con estos?’ Y yo dije: ‘¡Yo sé qué hacer!’ Y me fui a patinar con ellos".
Una vez ordenado, a los 30 años, compró su segunda patineta y desde entonces se ha convertido en una herramienta para interactuar con los jóvenes. El año pasado en su parroquia organizo un taller de skateboarding.
La Unesco gestionó una donación de seis patinetas y otros vecinos contribuyeron anónimamente con 26 más. La Organización de Naciones Unidas ayudó a conseguir un material para la elaboración de rampas y los mismos jóvenes de la comunidad se encargaron de la construcción de las primeras tres.
La tarea: ser cercano, como Jesús
Al preguntarle el porqué de estas actividades contesta "Mi único deseo es ser un signo de cercanía, como lo hizo Jesús. Ser cercano y acogedor con los que nadie acogía. Yo quiero estar con ellos, nada más" y comenta que ha descubierto que atender a los jóvenes es parte de su vocación.
Respecto a ellos, dice que no le importa a qué tribu urbana pertenezcan, o si les gusta expresase a través del teatro, la música o del grafiti; lo que le interesan es que sean felices y sin Dios en sus corazones esto no se va a lograr. Por eso, su misión da dar a conocer a Cristo entre los jóvenes.
Se ha ganado la confianza de muchos grupos juveniles en diversas parroquias de San José. Han sido muchos los eventos en los que ha sido invitado para que demuestre sus habilidades como pedagogo y skater. Con convicción sostiene que "Desde mi patineta llevo el proyecto de Dios".
El sacerdote termina haciendo un llamado a la coherencia: «Nada más hay que ser congruente. Yo no dejo mis valores cuando ando en patineta, ni soy menos sacerdote cuando voy al skatepark», afirma este presbítero con "olor a oveja".