Atrio de los Gentiles en México: Necesitamos muchos puentes de encuentro

México es un país en donde la contradicción entre católicos y el pensamiento liberal ha sido fuerte en el pasado. Este es un momento privilegiado para tender puentes y buscar encuentros, siempre y cuando se comprenda que el diálogo en la caridad implica buscar la verdad en el otro sin renunciar a la propia identidad tomando conciencia de lo que es distintivo y lo que nos acerca.

Lo afirma en la siguiente entrevista a Aleteia el doctor Jorge Traslosheros Hernández, investigador e historiador de la Universidad Nacional Autónoma de México, uno de los principales animadores del diálogo fe y cultura en México, y participante en la puesta en marcha del Atrio de los Gentiles, que cuenta con la presencia del cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura.

¿Cuál fue el sentido de traer el Atrio al segundo país con mayor número de católicos del mundo?

El Atrio es la construcción de puentes desde la Iglesia para un encuentro, un diálogo en la caridad, con los no creyentes. La iniciativa es de la Iglesia porque su vocación es ser católica, universal, abierta a toda manifestación cultural del ser humano.

México es un país en donde la contradicción entre católicos y el pensamiento liberal ha sido fuerte en el pasado. Baste pensar la complicada historia del siglo XX con su persecución violenta y sucesivas persecuciones de baja intensidad que justificaron, por el lado católico, actitudes intransigentes y defensivas. Por fortuna esta situación se va superando.

Ciertamente, este principio de siglo XXI representa un reto para la fe, ya no tanto por la persecución cuanto por la indiferencia…

Este es un momento privilegiado para tender puentes y buscar encuentros. Siempre y cuando se comprenda que el diálogo en la caridad implica buscar la verdad en el otro sin renunciar a la propia identidad tomando conciencia de lo que es distintivo y lo que nos acerca. México, pues, por su densidad demográfica, situación eclesial e historia era el lugar perfecto para tomar la iniciativa en América.

Otro asunto es importante. El Atrio también debe dirigirse a los católicos alejados… a quienes no saben bien por qué son católicos o lo son, pero tienen objeciones a la Iglesia, en mucha ocasiones no bien fundadas…

¿Qué elementos hay que destacar en esta apertura del Atrio en México?

El sólo hecho de que se haya realizado es, de suyo, un gran acontecimiento. Es el segundo que se realiza; pero el primero con la presencia del cardenal Ravasi. El diálogo fue muy franco, abierto, sincero. Por otro lado, es un acto de confianza en esta nueva generación de obispos que poco a poco van tomando su lugar en el liderazgo de la Iglesia. Una señal potente de que la Iglesia está desmantelando sus muros y con las piedras construye puentes.

También es una invitación a que los académicos e intelectuales católicos se dispongan a cruzar esos puentes para acudir al encuentro del mundo en sus periferias. Una invitación del Papa Francisco quien, también, ha dicho que un cristiano no es un levantador de muros, sino un constructor de puentes.

¿Qué tema considera digno de ser destacado en las mesas de debate que ha habido sobre el Atrio?

Salió un tema muy importante. Estamos empezando y, en esta medida, vamos poco a poco descubriendo de qué materiales está construido, o debe ser construido el puente que nos lleva al encuentro… y qué lo sabotea. Sabemos que al aferrarse a prejuicios, los maximalismos de siempre, la desconfianza no sirve. También que abrirnos al pensamiento analógico para acercar nuestras ideas es esencial. Por ejemplo, cuando hablamos de libertad no siempre entendemos lo mismo, pero subsiste un sustrato común.

Por otro lado, está hecho de buen humor, de no tomarnos demasiado en serio, de apertura del espíritu a la estética como en la música sacra en donde el espíritu se explaya con verdad y caridad y es asequible a todos,  creyentes o no creyentes. Está hecho de estudios históricos serios que permitan comprender las fisuras y los prejuicios. En fin, de voluntad de encontrar en el otro esa persona llena de dignidad.  Esto apenas empieza, por eso la reflexión nos guía hacia el descubrir el puente mismo.

¿De dónde deriva, históricamente, esta iniciativa?

El Atrio de los Gentiles existía en el templo de Jerusalén. Estaba destinado a los gentiles que quisieran acercarse a Dios. Sin embargo, al extremo, antes de entrar propiamente al templo, una roca decía que quienes no siendo judíos traspasaran la roca morirían. Bien –creo que lo dice Pablo– Jesús al resucitar rompió la roca, la piedra. Nosotros, recuperando esta razón de ser del cristianismo, necesitamos construir el puente, mejor dicho, los puentes del encuentro. Son muchos, tantos como haga falta.

¿Qué sigue para el Atrio en México y en América Latina?

Darle alegre continuidad en México, reproducirlo en cada diócesis de toda América. Esto apenas empieza.