El pasado sábado 22 de febrero, los médicos del Gemelli revelaron con detalle la difícil situación en la que se encontraba el Papa Francisco, cuyo estado de salud se había deteriorado. Al día siguiente, su vicario para la diócesis de Roma, el cardenal Baldassare Reina, invitó a los romanos a un momento de oración en la basílica de san Juan de Letrán. Las sillas vacías en la nave de la catedral del Obispo de Roma -tanto en el lado de los laicos como en las filas reservadas a los sacerdotes- pueden haber sorprendido.
Lo mismo ocurría en los últimos días durante los rezos del rosario organizados en la plaza de San Pedro cada tarde por la recuperación del pontífice argentino, en un momento en que algunos boletines médicos enviaban señales preocupantes sobre su estado de salud.
De la asamblea, encabezada por los cardenales Pietro Parolin y Luis Antonio Tagle, emanaba un verdadero fervor, pero la multitud que acudió a rezar por el Papa no superó las tres mil personas. Estaban presentes los principales cardenales, muchas monjas, sacerdotes y laicos que trabajan en las instituciones de la Santa Sede, pero no muchos fieles de la diócesis de Roma, que cuenta con más de 2,5 millones de católicos según el directorio papal de 2024.
"Es un poco lento", admite un empleado de la Santa Sede. En comparación, recuerda, como mucha gente aquí, la gran efusión pública de emoción en los meses previos al 2 de abril de 2005, día de la muerte de Juan Pablo II, el último pontífice fallecido en el cargo. El dolor del Papa polaco, según varios empleados del Vaticano ya en funciones en aquel momento, fue mucho más visible. Cientos de miles de peregrinos habían acudido desde Polonia. Naturalmente, la lejanía de Argentina no deja espacio para semejante afluencia.

Una imagen diferente del Papa
La comparación entre los dos papas tiene sus límites. También hay que tener en cuenta que en los años 2000 los medios de comunicación pudieron obtener fotos del Papa polaco en el hospital, algo que su sucesor argentino se niega a hacer. "En los últimos meses, hemos podido ver al Papa Francisco en silla de ruedas y escuchar sus dificultades respiratorias, pero nunca hemos visto en su rostro el mismo dolor extremo que sintió Juan Pablo II en sus últimos días", señala un empleado del Vaticano. "Al contrario, Francisco siempre muestra un aire de chulería, o utiliza la máscara del humor para evitar mostrar su gran dolor", remarca.
"Eran otros tiempos", dice un sacerdote de la diócesis de Roma, relativizando las cosas. También destaca los esfuerzos realizados por el Papa Francisco para "desacralizar" el oficio papal durante su pontificado, haciéndose más cercano y accesible, por ejemplo respondiendo regularmente a las peticiones de entrevistas con todo tipo de medios de comunicación.
Tensiones con el clero romano
Un párroco del centro de Roma opina que algunos de sus hermanos sacerdotes de su diócesis están quizá un poco reservados estos días. "Puede que muchos se hayan sentido incomprendidos o incluso maltratados por el Papa, e incluso existe entre algunos una forma de amargura que no comparto, pero que puedo entender", afirma. La reestructuración de la diócesis, así como ciertos nombramientos en la vicaría, también se habrían vivido como una "falta de sensibilidad pastoral" por parte del Pontífice.
Pero por todo ello, asegura que la gran mayoría de los sacerdotes son fieles y están preocupados por las dificultades que atraviesa el pontífice. "En mi parroquia rezamos por él dos veces por Misa, durante las intenciones y dirigiéndonos a la Virgen María al final", dice, "y estoy seguro de que no soy el único que apoya al Pontífice de esta manera".
"El pueblo estará allí"
Y luego está la ausencia del pueblo de Roma. El lunes por la tarde, mientras el cardenal Parolin rezaba con poco más de 2 mil fieles ante la basílica de San Pedro, el estadio Olímpico, a menos de tres kilómetros, acogía el último partido de la jornada de la Serie A - AS Roma contra Monza - ante casi 57 mil espectadores. "Seguro que si Totti [el emblemático jugador del Roma] estuviera en coma y se organizara un rosario, habría diez veces más", confiesa un aficionado romanista. Pero a pesar de esta ironía irreverente, a menudo característica de las terrazas de fútbol, este hombre de unos treinta años, como muchos romanos, sigue muy de cerca la salud del Papa.
En la caja del supermercado, en los taxis y en la barra del café, las conversaciones se centran a menudo en las noticias destiladas de la última emisión en directo de Gemelli by Rai. "En Italia, nos conmovemos fácilmente, tenemos un miedo respetuoso a la muerte", dice un sacerdote francés que vive en Roma desde hace más de veinte años. "De momento, no se oye mucho a la gente de Roma, hay un cierto pudor, pero en mi opinión, si el Santo Padre muriera, la gente estaría allí", asegura.
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