Javier García de Jalón fue un maestro más allá de la ingeniería y las aulas. Por ello, para la comunidad universitaria y personas que le conocieron, despedir al profesor Javier García de Jalón no ha sido solo un acto de tristeza, sino de profundo agradecimiento. Ingeniero de prestigio internacional, profesor apasionado y testigo de fe inquebrantable, su vida fue una lección magistral que trascendió las aulas. A través de su enfermedad, enseñó que el sufrimiento puede ser una oportunidad y que la verdadera grandeza está en cómo vivimos y compartimos con los demás.
Siempre dando gracias a Dios
"Cuando toca despedirse de alguien, parece que la tristeza lo inunda todo. Pero hay personas que han hecho tanto bien en esta vida, nos han dejado enseñanzas tan valiosas, que solo podemos sonreír dando gracias a Dios". Ese fue el primer y el último estado de WhatsApp del profesor Javier García de Jalón: "Dando gracias a Dios".
Catedrático de ingeniería y reconocido a nivel internacional, obtuvo dos prestigiosos premios en su área; su manera de celebrarlo era simple pero significativa: repartía chuches entre sus alumnos. Sabía que lo verdaderamente importante no estaba en los galardones, sino en el trato y el cuidado hacia quienes aprendían de él.
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La enfermedad y sufrimiento
Cuando Javier habló por primera vez de su enfermedad, reconoció que nunca se había imaginado enfrentándose a algo así. Me planteé alguna vez un infarto, un cáncer... pero nunca pensé que sería un enfermo de ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica), confesó.
Sin embargo, Quien había guiado su vida con tanto acierto, Quien le había adornado con premios y reconocimientos, no podía haberse equivocado. Su confianza en el "Guionista" que había trazado su historia era absoluta.
Y así, con su buen humor, este profesor universitario logró que la ELA fuera un poco más conocida entre sus alumnos. En su última clase, el aula estaba abarrotada: los estudiantes ocupaban el suelo, se sentaban de dos en dos sobre los pupitres. No cabía nadie más. Desde allí, Javier les recordaba una frase de C.S. Lewis:
"El sufrimiento es el lenguaje que Dios usa para hablar a un mundo de sordos".
Los hombres, decía, estamos cegados por el éxito y el triunfo, y nos olvidamos de valorar lo verdaderamente importante.
Javier estaba preocupado por el avance de una sociedad que veía en la eutanasia una solución, y animaba a pelear por la dignidad de las personas enfermas.
"No creo que nadie que se sienta querido tenga ganas de pedir la eutanasia. No es la solución. Lo que sí lo es, en cambio, es reformar la ayuda a la dependencia, acelerar las soluciones económicas para que el enfermo y su familia puedan estar tranquilos. El dolor físico se puede tratar con cuidados paliativos. Me parece mucho más importante abordar la soledad y los problemas económicos de las personas que estamos en esta situación", afirmaba con convicción.
Porque antes de legislar sobre la eutanasia, hay pasos mucho más urgentes y determinantes.
Recordaba que el sufrimiento y la enfermedad también pueden ser una oportunidad: una ocasión para que otros nos cuiden, para unir nuestro dolor al de la Pasión de Cristo. Él mismo llevó con garbo esta enfermedad tan temida y asfixiante.
"Si Dios ha querido que esta sea mi vida, en el fondo no es nada verdaderamente malo. Y si tú eres feliz, eso contribuye a que los que están a tu alrededor también lo sean. El guionista hace que todo termine bien", decía.
Por eso, despedir al profesor Javier García de Jalón no puede limitarse a la tristeza. Cabe, sobre todo, la gratitud: gracias a Dios por su vida, por sus lecciones... y no solo de ingeniería.
Su ejemplo trascendió las aulas, dejando una huella profunda en todos los que lo conocieron. Su fortaleza ante la adversidad, su alegría incluso en los momentos más difíciles y su inquebrantable confianza en Dios son una clase magistral en la -a veces- tan difícil asignatura llamada vida.
Su despedida es un hasta luego y un compromiso de mantener vivo el legado que dejó en cada persona que tuvo el privilegio de aprender de él.
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