Posiblemente todos hemos sido testigos de un Bautismo. Los padres sienten felicidad porque su hijo o hija ha ingresado a la Iglesia católica y comparten su alegría con sus familiares y amigos cercanos.
Sin embargo, hay que aclarar que ese es solo el principio de toda una vida, ya que este es el primer sacramento de iniciación cristiana. Si Dios quiere, tendrá que prepararse para continuar su aprendizaje y la vivencia de su fe.
¿Qué sigue después del Bautismo?
Recordemos lo que dice el Derecho Canónico con respecto al niño que será bautizado, enfocándonos en lo que les toca a los padres:
"[...] presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo".
Actualmente, para bautizar se requiere que los padres reciban una plática para que estén conscientes del compromiso que adquieren, además, al iniciar el rito, el sacerdote les pregunta si están dispuestos a educar al niño en la fe. Si responden que sí, quedan obligados a cumplir.
Educar en la fe
Entonces entendamos qué sigue después. Y lo primero, aunque el bebé sea pequeño, es educarlo como hijo de Dios. ¿Y eso cómo se hace? El Catecismo de la Iglesia católica nos indica que:
"Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata solo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis".
Vivir la fe
Como acabamos de leer, la catequesis es el siguiente paso para que la gracia bautismal crezca. Pero es obvio que no se puede enviar al pequeño a que tome lecciones, son los padres quienes tienen que comenzar con la formación de su hijo.
Y eso se hace de una manera simple: ¡viviendo la fe! es decir, papá y mamá deben rezar, ir a Misa y hacer obras buenas.
Pero también dar testimonio cristiano tratándose bien entre sí, siendo responsables en sus trabajos y tareas domésticas, respetando al prójimo, no insultando a nadie, instruyéndose y formándose también con el Catecismo, la sagrada Biblia, tomando un curso, en fin.
La labor es ardua porque se trata de una persona a quien hay que guiar por el camino cristiano, porque "la fe debe crecer después del Bautismo" (CEC 1254).
Pero también es la manera en la que pondrán su granito de arena para que este mundo se mejor, formando cristianos valiosos y comprometidos con el Reino de Dios.