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Ayudar a los adolescentes a conocer la verdadera sexualidad

teens hanging out skateboard park
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Daniel Esparza - publicado el 04/02/25
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Está claro que los adolescentes de hoy navegan por un campo minado de ideas perniciosas sobre las relaciones, la intimidad y el respeto

Educar a los adolescentes en el mundo actual no es tarea fácil. Dondequiera que miren -en sus teléfonos, redes sociales o incluso en conversaciones casuales- son bombardeados con contenidos hipersexualizados y mensajes que trivializan la sexualidad.

La pornografía, ahora está al alcance de la mano, y su influencia distorsiona no sólo la forma en que los jóvenes ven a los demás, sino también cómo se ven a sí mismos.

Si a esto añadimos la normalización de los chistes groseros y el humor irrespetuoso, está claro que los adolescentes de hoy navegan por un campo minado de ideas dañinas sobre las relaciones, la intimidad y el respeto.

Una visión real de la sexulidad

Para los padres, el reto es ofrecer una visión alternativa, una que enseñe a sus hijos que el sexo no es una mercancía y que les prepare para elegir la dignidad frente a la distracción en una cultura inundada de ruido.

En el centro de este desafío está la necesidad de dirigir a los jóvenes hacia algo más grande que ellos mismos. Los adolescentes están predispuestos a hacerse grandes preguntas, aunque no las formulen en voz alta: ¿Quién soy? ¿Qué me importa? ¿Cómo puedo vivir bien?

La sexualidad, en toda su belleza y complejidad, se convierte en una oportunidad para explorar estas verdades más profundas. El objetivo no es sólo evitar el mal comportamiento, sino inspirar a los chicos para que vean la vida -y a sí mismos- con sentido y propósito.

1Acepte la incomodidad

El primer paso para guiar a tu hijo es sencillo pero esencial: no rehúyas la incomodidad. Hablar de sexualidad es incómodo tanto para los padres como para los adolescentes, pero esa incomodidad puede convertirse en un puente hacia conversaciones sinceras. Reconocerlo por adelantado - «Sé que esto es raro, pero es importante»- indica que estás dispuesto a adentrarte en aguas incómodas porque te preocupas por él.

2El respeto como base

Uno de los mejores regalos que puede hacerle a su hijo es una nueva forma de ver a los demás. El mundo reduce a menudo a las personas a objetos de entretenimiento o consumo. El respeto, por el contrario, le llama a ver a la persona que tiene delante como alguien con mente, corazón y alma.

Mensajes sencillos como «Sé el tipo que valora más que la apariencia» pueden plantar las semillas de un respeto más profundo. El respeto no es sólo un comportamiento, es una visión del mundo.

3Libertad frente a esclavitud

Los adolescentes viven en una cultura saturada de contenidos superficiales y sexualizados. La tentación de tratarlo como algo normal está en todas partes, desde los chistes explícitos hasta la pornografía. Pero aquí es donde puedes introducir una idea radical: la libertad. La verdadera libertad no consiste en satisfacer todos los impulsos, sino en elegir lo que es bueno y significativo.

El Catecismo enseña que la castidad «asegura la unidad de la persona» (CIC 2338), recordándonos que el autocontrol no consiste en la represión, sino en la integración: vivir como una persona completa en consonancia con la propia dignidad. Ayude a su hijo a ver que cosas como la pornografía no sólo rebajan a los demás, sino que le rebajan a él. «Eres mejor que eso», puede decirle. «Eres capaz de mucho más que conformarte con basura».

4La virtud en acción

Ser un modelo de virtud no significa ser perfecto, sino esforzarse por vivir con integridad y tratar a los demás con dignidad. Tu hijo aprenderá más de lo que haces que de lo que dices, ya sea cómo hablas de los hombres y las mujeres, las bromas que evitas o el modo en que tratas a tu propio cónyuge. Al mismo tiempo, hazle ver que la virtud no es un ideal inalcanzable. Es un camino de pequeñas decisiones cotidianas.

5Dale una válvula de escape

Los adolescentes rebosan energía y emociones. Dales algo significativo en lo que canalizar esa energía: deportes, música, construir algo con sus manos. Actividades como el boxeo o los deportes de equipo pueden enseñarles autodisciplina, compañerismo y respeto. Estas lecciones se trasladan a su forma de tratar a los demás, especialmente en las relaciones.

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