Hoy, en el Evangelio de san Marcos, podemos recordar y transportarnos al momento en el que ocurrió la Presentación de Jesús, por sus padres María y José; también recordamos la esperanza y fe que tuvo Simeón al esperar durante tanto tiempo el tener a Jesús en sus brazos.
Este pasaje nos invita a preguntarnos: ¿somos capaces de ver la presencia de Dios en nuestra vida diaria, o seguimos esperando señales espectaculares? Dios nos invita a ser como Simeón, necesitamos tener fe para reconocerlo.
En la reflexión que el padre Giovanni hace del Evangelio de hoy, comparte:
¿Alguna vez has esperado algo con tanta fe que, cuando llega, apenas puedes creerlo?
En el evangelio de hoy, José y María llevan a Jesús al templo para presentarlo al Señor, cumpliendo la Ley de Moisés. En ese momento, aparece un anciano llamado Simeón. Él había esperado toda su vida la llegada del Mesías. Dios le había prometido que no moriría sin verlo.
Y cuando ve a Jesús en brazos de María, su corazón estalla de alegría. Lo toma en sus brazos y exclama:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo muera en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador".
¡Qué impacto! Después de tantos años de espera, Simeón reconoce en un bebé la salvación de Dios. Pero aquí viene la pregunta clave: ¿Y tú? ¿Reconoces la presencia de Dios en tu vida o sigues esperando pruebas?
Dios se manifiesta en lo sencillo, en lo cotidiano, en lo inesperado. María y José simplemente iban a cumplir un rito… y se encontraron con una confirmación divina. Ana, la profetisa, vivía en oración y ayuno… y vio con sus propios ojos al Salvador.
Dios sigue actuando hoy. Pero para verlo, necesitas la fe de Simeón y Ana.
Jesús está en medio de ti, pero si no abres los ojos de la fe, te lo perderás. ¿Vas a seguir esperando señales o vas a empezar a reconocerlo en tu vida?