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¿Qué acciones efectivas ha tomado la Iglesia para proteger al menor?

Rachunek sumienia według świętego Ignacego Loyoli
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Carlos Zapata - publicado el 27/01/25
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Aleteia conversó con una fuente de excepción, a fin de conocer qué se está haciendo en el seno de la Iglesia para contar con espacios seguros. Su vida dedicada a esta misión le da notable relevancia a Inés Frank para analizar este tema delicado, necesario y complejo

Una ola de escándalos surgió en medio de la política de “tolerancia cero” emprendida por Benedicto XVI contra los abusos. Su sucesor, Francisco, ha puesto mano dura en un intento por garantizar espacios más seguros para los menores.

Pero ¿qué se ha hecho en la última década a favor de los niños que el Evangelio protege con tan excepcional rigor? Lo responde Inés Franck, una abogada especialista en Derecho Canónico que tiene la compleja responsabilidad de encabezar una institución especialmente enfocada en esa tarea en América Latina.

Desde la Santa Sede, la Iglesia está poniendo el acento en que cada diócesis tenga protocolos, códigos de conducta y pautas de cuidado. Pero, considerando que cada lugar tiene particularidades, no siempre se puede aplicar un modelo único, si bien hoy existen altos estándares de protección.

Sin embargo, una cosa es el papel y otra la ejecución. En este aspecto, Franck reconoce que “podemos tener documentos lindos con protocolos muy bien hechos, pero es crucial que se implementen”.

Se requiere ejecutar una política sancionatoria

De momento, la Iglesia hace hincapié en “generar conciencia, cultura del cuidado y la prevención. Que si ocurre algún tipo de abuso, sea inmediatamente denunciado y la víctima reciba atención”.

Admite que “es un gran desafío” y sugiere que para “implementarlo de la mejor manera, en cada instancia eclesial se requiere un equipo que monitoree y supervise su cumplimiento”; así como realizar los ajustes en documentación o políticas, mientras se fomentan capacitaciones y se impulsa la toma de conciencia.

Un segundo punto que considera crucial es que se apliquen las sanciones: “Si una persona no cumple algo, se le debe sancionar de forma severa, con mano dura”. Estima que la política sancionatoria debe operar por todos los medios para que el daño no se repita.

¿Qué pasa si el denunciado es una autoridad?

Un dilema actual del proceso surge cuando el acusado es una autoridad dentro de la Iglesia. ¿Qué ocurre y cómo actuar cuando se verifica que el abuso lo cometió, por ejemplo, un obispo?

“El problema suele ser que los tribunales eclesiásticos dependen justamente del obispo. Pero, hay un documento que escribió el Papa Francisco en 2019 y lo actualizó en 2023. Se llama Vos Estis Lux Mundi y regula el procedimiento para esas denuncias. También estipula que todas las diócesis deben tener un equipo para recibirlas”, explica.

De igual forma, aclara que si la persona no sabe a quién acudir o teme represalias, “puede ir con el Nuncio Apostólico. De ahí, eso va directo a Roma, así que lo maneja la Santa Sede, sin riesgo de que se contamine la decisión”.

Tres fechas y una década de esfuerzos legislativos

De acuerdo con la especialista, el pontificado de Francisco acumula al menos nueve años de esfuerzos en materia legal para asegurar espacios más seguros dentro de la Iglesia.

Recuerda un documento del Papa publicado en 2016 llamado Como una madre amorosa, en el cual advierte contra “obispos negligentes” en la gestión de abusos. Cita tres años: 2016, 2019 y 2023, cuando la Santa Sede emitió documentos sobre el mal accionar de una autoridad, ya sea porque comete abusos, o porque los encubre.

Aclara que “la Iglesia no lo llama encubrimiento”, pero abarca “la obstaculización de las investigaciones, sean canónicas o civiles”.

¿Qué pasa con el derecho a la defensa del acusado?

Hay otra cara de la moneda, de la que poco se habla y que también deja huellas y daños irreparables. Aunque la prioridad es proteger a los menores, ¿qué ocurre con la vulnerabilidad de los sacerdotes que son falsamente acusados?

De acuerdo con Inés Franck, “el derecho canónico considera que todos tienen el derecho de defensa y eso está regulado. También los más recientes documentos son firmes: a la persona acusada se le debe dar ese derecho a la defensa”.

En efecto, “el no concederlo, hacer algo que minimice o perjudique tal derecho, es causal de nulidad muchas veces en procesos e investigaciones”.

Sin embargo, advierte que “estamos en un momento muy delicado con respecto a este tema, pues cuando se hace una acusación, casi siempre socialmente hay una presunción de culpabilidad, aunque no lo sea desde lo jurídico o legal”.

“Las leyes dicen que uno es inocente hasta que se pruebe lo contrario, pero si trasciende una acusación de esa naturaleza, la mayoría apunta a una condena social prematura”, detalla.

¿Es posible la restitución de la buena fama?

En este marco, surge otra preocupación igualmente válida: ¿cómo restituir la fama lesionada cuando se concluye que el acusado era inocente?

“Lamentablemente, el manto de sospecha sigue quedando sobre la persona acusada. La Iglesia pide al obispo hacer lo posible por restaurar su buen nombre”, explica Franck.

Pero, aclara que debe hacerse preguntándole a la víctima “qué es lo que quiere que se haga; porque, si voy al mismo lugar donde lo acusaron, y doy un sermón diciendo que es inocente, ¿es esa la solución? Probablemente, no. De hecho, a lo mejor la persona no quiere ser expuesta”.

Igualmente, se cuestiona: “¿Deben nombrarlo en la misma parroquia para mostrar que allí no ocurrió nada? Habría que ver cómo se siente la persona, que ahora es también víctima”.

De hecho, agrega, “le tocaría ahora a él o ella impulsar juicio por falsa denuncia o calumnia. Pero después de un proceso, la persona queda mal. Por muy inocente que sea, a veces no quiere más juicio, ni más abogado, ni más jueces. No quiere declarar, no quiere prensa, ¡no quiere nada! Lo único que desea es que le dejen vivir en paz”.

Por eso, abunda la abogada, es un proceso difícil “que debe hacerse, entiendo yo, de común acuerdo con la persona acusada”. 

Urge que se extienda la toma de conciencia

Aleteia le consultó a Inés Franck, qué le pide a Dios para ayudar a conseguir frutos tangibles en esta materia tan difícil, compleja y delicada.

Su respuesta es pausada, clara y directa: “Que haya conciencia. Porque cuando uno toma real conciencia, ¡actúa! Que se extienda a toda la Iglesia la conciencia de que es un problema que debemos prevenir, ante el cual debemos actuar sí o sí, caiga quien caiga. Es un tema de derechos humanos básicos”.

También sostiene que “aunque no los cometimos nosotros, en la Iglesia hemos sido incoherentes con el evangelio al cometerlos y al tapar las acciones. Cuidar a los niños y a los más necesitados es algo que el Señor nos pide en el Evangelio. No lo ordenan solo las leyes. Hemos sido infieles a nuestros principios más profundos”.

En medio de la oscuridad, un fruto positivo

inés Frank Centro de Investigación y Formación Interdisciplinar para la Protección del Menor (Ceprome)
Inés Franck está al frente del Centro de Investigación y Formación Interdisciplinar para la Protección del Menor (Ceprome)

Además de abogada, Inés Franck es licenciada en Ciencias Políticas y en Relaciones Internacionales, especialista en Doctrina Social de la Iglesia y licenciada en Derecho Canónico.

Luego de toda una vida dedicada a la protección de los menores, actualmente encabeza el Centro de Investigación y Formación Interdisciplinar para la Protección del Menor (Ceprome), cuyo accionar se enfoca en lograr espacios seguros para América Latina.

En esta complicada materia considera que “se ha dado algo muy positivo, en cuanto a la prevención de abusos: la masiva irrupción de laicos en la resolución y lucha contra los abusos. Varones y mujeres hemos tomado el problema como nuestro y esto es genial”.

Además, reitera que “la Iglesia es nuestra, es de todos”, por lo que “damos la cara y ponemos el hombro para resolver un problema. Eso me parece positivo y ojalá se extienda cada vez más”.

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