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Frente a la crisis migratoria, el llamado a ser testigos de esperanza

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Luis Carlos Frías - publicado el 21/01/25
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Asistimos en estos días a dos escenarios en torno al fenómeno de la migración. Conozcamos los planes del gobierno de los Estados Unidos y lo que la Iglesia enseña y realiza en torno a este tema

20 de enero de 2025: Donald Trump juramentó como el 47o Presidente de los Estados Unidos. En su discurso inaugural de poco más de media hora dedicó unos minutos al tema de la migración, señalando que su primera orden ejecutiva sería la declaratoria de emergencia nacional en la frontera sur. A este respecto agregó: "Se detendrá inmediatamente toda entrada ilegal, y comenzaremos el proceso de devolver a millones y millones de extranjeros criminales a los lugares de donde vinieron. Restableceremos mi política de 'quédate en México'. Pondré fin a la práctica de captura y liberación, y enviaré tropas a la frontera sur para repeler la desastrosa invasión de nuestro país".

Afirmar que millones y millones de extranjeros indocumentados son criminales cuya presencia es una desastrosa invasión, muestra una exacerbada xenofobia. La verdad objetiva es que los migrantes son, esencialmente, personas en busca de una mejor calidad de vida. Las excepciones criminales no justifican una generalización de tal magnitud. Queda claro que la carencia de documentos migratorios que sufren muchos de los migrantes no merma su dignidad, ni suprime sus derechos humanos. Si bien es cierto que no todos los migrantes son criminales, también lo es que no todos los criminales son migrantes.

Los índices criminales no son determinados por los migrantes

La crisis de inseguridad que se vive en los Estados Unidos está poblada de hijos estadounidenses que han hecho acopio de armas —fabricadas por empresas estadounidenses— al amparo de leyes muy permisivas —votadas por legisladores estadounidenses— a las cuales se suma la corrupción del comercio ilegal de las mismas —para beneficio de esos mismos empresarios—, con un fatal resultado: sembrar el terror entre la población civil estadounidense. Población que se caracteriza por ser noble, trabajadora y pacífica.

Migrar es un derecho

La Doctrina Social de la Iglesia, en lo que a migraciones se refiere, señala que migrar (y también el no hacerlo) es un derecho que debe valorarse como oportunidad, y manejarse con orden. Los principios rectores que debieran prevalecer en los estados y sociedades receptoras son los de la solidaridad, la justicia, la subsidiariedad y, por encima de todos ellos, el de la caridad cristiana; recordando que en Cristo (también migrante) no hay distinción entre judíos y griegos, circuncisos e incircuncisos, bárbaros, escitas, esclavos y libres (Cf. Col 3,11).

"Más ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que en otro tiempo estaban lejos, han llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad"

Ante este fenómeno de las deportaciones masivas, anunciado días antes por el propio Trump, la Iglesia Católica en México se ha venido preparando para enfrentar estos nuevos retos.

Comunicado de la Pastoral de la Movilidad Humana del Episcopado Mexicano

La Pastoral de la Movilidad Humana emitió un urgente comunicado en el que invitan a todas las arquidiócesis, diócesis, parroquias, institutos de vida consagrada, seminarios, casas de formación, universidades y colegios católicos, grupos laicales y comunidades, a solidarizarse con el plan pastoral y caritativo que presentan en favor de los migrantes:

“Les seguiremos ofreciendo una cálida recepción en nuestras instalaciones, brindándoles hospedaje, alimento, ropa y artículos de aseo personal; apoyo en el cuidado de su salud física, emocional y espiritual; contactarlos con sus familiares; ayudarlos en la obtención de los documentos que requieren; acompañarlos en los trámites legales que necesitan realizar, así como en el acceso a la educación, al reconocimiento de competencias y a la bolsa de trabajo”.

Esta iniciativa, encabezada por Mons. Eugenio Lira, Obispo responsable de la Dimensión Episcopal de la Pastoral de la Movilidad Humana, y por Mons. Héctor Mario Pérez Villarreal, Obispo Secretario General del Episcopado Mexicano, cuenta también con la colaboración del Episcopado de los Estados Unidos, Canadá y Centroamérica; evidenciando así el grado de entendimiento y de coordinación pastoral en todas las Iglesias involucradas en esta crisis.

En el comunicado, fechado el 16 de enero 2025, los señores Obispos invitan:

"Pongámonos en el lugar de nuestros hermanos migrantes y de aquellos que son deportados; al tiempo de sufrir la separación de su familia, el desarraigo y desmoronamiento de años de sacrificios, de trabajo y de sueños, experimentan un enorme dolor, un profundo temor y una terrible incertidumbre. Oremos por ellos y ofrezcámosles el apoyo material que requieren, procurando al mismo tiempo integrarlos a la comunidad".

Un tesoro en el cielo

Concluyen citando a san Agustín de Hipona: "‘Dios no ordena que perdamos nuestros bienes, sino que nos indica dónde colocarlos; si se guardan en el cielo, el corazón estará arriba’ (Sermón 86). Hagámoslo, acogiendo, protegiendo, promoviendo e integrando a nuestros hermanos migrantes, deportados y refugiados. Que Nuestra Madre de Guadalupe nos obtenga de Dios la ayuda para ser, en medio de los desafíos, peregrinos de esperanza, fiados en la promesa de Jesús: ‘Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia’ (Mt 28,20)".

En este comunicado, demuestran que es momento de ser "Iglesia en salida", según nos lo ha instruido insistentemente el Santo Padre Francisco, para encontrarnos con los que sufren. Frente a estos nuevos y enormes retos que se avecinan, seamos testigos de esperanza.

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