En el contexto del Año Jubilar dedicado a la esperanza, el Santo Padre Francisco celebra hoy la LVIII Jornada Mundial de la Paz en la que hace un llamado a los jefes de estado y de gobierno, a los responsables de las organizaciones internacionales, a los líderes de las diversas religiones, y a todas las personas de buena voluntad, a emprender tres acciones encaminadas a “restaurar la dignidad en la vida de poblaciones enteras y volver a ponerlas en camino sobre la vía de la esperanza”. Estas son:
1La condonación de la deuda internacional
La deuda de los países más pobres, señala el Papa, se ha convertido en instrumento de control a través del cual algunas instituciones y países ricos explotan los recursos naturales y humanos de los más pobres. A esta injusticia se suma el daño por la deuda ecológica que los países industrializados han impuesto a todo el orbe por la explotación indiscriminada de los recursos naturales en beneficio propio, con el fin de satisfacer su alto consumo y ambición mercantil.
En el contexto del Año Jubilar, el Papa vuelve a llamar a emprender acciones encaminadas a la remisión de la deuda externa como un acto no solo de solidaridad, sino de justicia. Y más allá de la inmediatez de una condonación de la deuda, el Papa insta a la creación de una nueva arquitectura financiera que evite el riesgo de desencadenar nuevamente el círculo vicioso de financiación-deuda; y que, por el contrario, posibilite el desarrollo solidario de todos los pueblos.
“El cambio cultural y estructural para superar esta crisis se realizará cuando finalmente nos reconozcamos todos hijos del Padre y, ante Él, nos confesemos todos deudores, pero también todos necesarios, necesitados unos de otros, según una lógica de responsabilidad compartida y diversificada” (n. 8).
2El respeto de la dignidad de la vida humana
Un compromiso social en favor de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, ayudará a mirar el mundo con esperanza. Sin esta virtud es difícil que surja en los corazones de los jóvenes el deseo de generar otras vidas.
Como un gesto concreto encaminado a favorecer la cultura de vida, el Papa llama a eliminar la pena de muerte en todas las naciones donde todavía se aplica, ya que esta, en efecto, “además de comprometer la inviolabilidad de la vida, destruye toda esperanza humana de perdón y de renovación” (n. 11).
3Fondo mundial contra el hambre y a favor del desarrollo sostenible
El Papa también llama a crear un fondo mundial de dinero destinado a eliminar definitivamente el hambre y a promover actividades educativas dirigidas a promover el desarrollo sostenible de los países más pobres.
Los recursos de este fondo mundial vendrían del utilizar un porcentaje fijo del presupuesto destinado a la carrera mundial armamentista. Esta acción, señala el Papa, ayudará a generar un futuro con esperanza, y concluye:
“El futuro es un don para superar los errores del pasado, para construir nuevos caminos de paz” (n. 11).
Desarmar el corazón para alcanzar la paz y la esperanza
Estas tres acciones a las que llama el Santo Padre están encaminadas a restaurar la paz y la esperanza en nuestros pueblos. La condición está en “desarmar el corazón” a fin de que todos nos reconozcamos deudores respecto a Dios y, por ello, dispuestos a perdonarnos mutuamente nuestras deudas.
Conviene subrayar que este llamado del Santo Padre a la paz y a la esperanza no se limita a los gobernantes y líderes mundiales sino que nos involucra a todos, “a los primeros y a los últimos, a los pequeños y a los grandes, a los ricos y a los pobres”:
“A veces, es suficiente algo sencillo, como 'una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito'. Con estos pequeños-grandes gestos, nos acercamos a la meta de la paz y la alcanzaremos más rápido; es más, a lo largo del camino, junto a los hermanos y hermanas reunidos, nos descubriremos ya cambiados respecto a cómo habíamos partido. En efecto, la paz no se alcanza solo con el final de la guerra, sino con el inicio de un mundo nuevo, un mundo en el que nos descubrimos diferentes, más unidos y más hermanos de lo que habíamos imaginado” (n.14).