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La esperanza no tolera los "cálculos" ni "la pereza de los que se han instalado en su zona de confort", declaró el Papa Francisco en la Misa de Nochebuena que celebró en la Basílica de San Pedro la tarde del 24 de diciembre de 2024. Recién abierta la Puerta Santa del Jubileo 2025 -un gran acontecimiento de la Iglesia católica que tiene lugar cada cuarto de siglo-, el Papa instó a los fieles a vivir este año con indignación y a actuar contra la injusticia.
El Papa presidió la celebración conmemorativa del nacimiento de Jesús bajo el baldaquino dorado de San Pedro, que acaba de ser renovado, con los pies cubiertos de ramos de flores rojas y blancas. Estaban presentes varios representantes de las autoridades civiles, entre ellos el alcalde de Roma, Roberto Gualtieri, y la jefa del gobierno italiano, Giorgia Meloni, así como numerosos embajadores acreditados ante la Santa Sede.
"La esperanza no ha muerto", dijo el Papa Francisco en su homilía de Navidad. Esta celebración inauguró también el nuevo Jubileo sobre el tema de la esperanza. Como preludio del Jubileo, el pontífice instó a los fieles -varios miles de los cuales seguían la liturgia en las pantallas gigantes de la plaza de San Pedro- a "ponerse en camino […] sin demora", porque "la esperanza cristiana no es un final feliz que se espera pasivamente".
Se trata, por tanto, de "no encerrarnos en nuestras costumbres, no hundirnos en la mediocridad y la pereza", insistió Francisco. Criticando "la vida tranquila de los que no levantan la voz contra el mal y la injusticia", el jefe de la Iglesia católica instó a "indignarse ante las cosas que están mal y [a] tener el valor de cambiarlas".
En las palabras de una oración navideña del sacerdote italiano Alessandro Pronzato, deseó que los fieles sientan en esta noche "un poco de tormento, un poco de inquietud, un poco de remordimiento". No a "la falsa paz", a "la indolencia de los sedentarios" y a "la pereza de los que se han instalado en su comodidad", machacó el Papa, que fustigó también "la falsa prudencia de los que no dan el paso por miedo a comprometerse, y el cálculo de los que solo piensan en sí mismos".
"Peregrinos de la luz en la oscuridad del mundo"
Durante el Jubileo, el 266º Papa instó a los católicos a ser "peregrinos de luz en las tinieblas del mundo" y a "llevar la esperanza allí donde se ha perdido". Entristecido por las numerosas "desolaciones", improvisó unas palabras para denunciar a los "niños ametrallados" y las bombas lanzadas sobre escuelas y hospitales, como hizo el domingo y el sábado pasados al hablar de Gaza y Ucrania.
El Papa mencionó también "las expectativas traicionadas, […] los sueños rotos, […] el cansancio de los que no pueden más, […] la amarga soledad de los que se sienten derrotados, […] los lugares profanados por la guerra y la violencia".
Llamó la atención sobre la Tierra "desfigurada por la lógica del beneficio" y sobre los países más pobres "agobiados por deudas injustas". En su Bula de convocación para el Año Santo, publicada el pasado mes de mayo, el Pontífice vinculó también estas dos realidades, haciendo un llamamiento a la comunidad internacional para que condone la deuda de los países pobres, argumentando que los países ricos tienen con ellos una "deuda ecológica".
El Papa también habló de las víctimas de las "viejas y nuevas formas de esclavitud", así como de "los largos y vacíos días de los presos". El 26 de diciembre, abrirá por primera vez una Puerta Santa en una cárcel romana, en Rebibbia. Un símbolo que hace referencia a la tradición jubilar heredada del pueblo judío de remitir las penas de los condenados.
La Navidad "es la noche en la que Dios dice a todos: también para ti hay esperanza", dijo el Papa Francisco. Y concluyó:
"Hermana mía, hermano mío, en esta noche se abre para ti la 'puerta santa' del corazón de Dios".
El Papa, que leyó su homilía con voz más enérgica que en los últimos días, parecía recuperarse de su reciente resfriado, que le obligó a celebrar el Ángelus del domingo desde su residencia de Santa Marta para no exponerse al frío invernal. Sin embargo, hoy, como en su saludo a la Curia romana el 21 de diciembre, el Pontífice, de 88 años, que utiliza una silla de ruedas, apareció llevando un audífono.