El domingo 15 de diciembre, el Papa Francisco visitó Córcega, isla mediterránea francesa situada a menos de una hora de vuelo de Roma. El Pontífice viajó a la capital de Córcega, Ajaccio, para participar en un congreso sobre la religiosidad popular en la región mediterránea. Era el primer Papa que visitaba la isla y durante la jornada se reunió con el clero y los fieles, que le dispensaron una calurosa acogida. El Papa bendijo a muchas personas, entre ellas varios niños.
Una de ellas era Jeanne Mari, la mujer más anciana de Ignatius, que casi acapara la atención del Papa. Con 108 años, llevaba esperando al Papa desde primera hora de la mañana, con la esperanza de verle de cerca. Y su sueño se hizo realidad: cuando el papamóvil se acercó al Baptisterio de san Juan, un lugar que data del siglo VI y donde Francisco hizo una parada, el Papa bajó del vehículo para darle su bendición.
Fue un momento conmovedor, lleno de ternura, en el que el Papa se acercó a Jeanne Mari, le colocó la cruz en la frente y le acarició el rostro con afecto. Ella, visiblemente emocionada, cogió la mano del Papa y la besó con gran respeto. "Estoy feliz de llegar a mi edad y ver al Santo Padre", declaró Jeanne Mari al periódico local Corse Matin, con los ojos llenos de lágrimas. Contó que se casó en Ajacio en 1941. Orgullosa, mostró el pequeño regalo que había recibido del Papa: un rosario blanco, guardado en su cajita.