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En el mundo actual se habla de terapias para curar las emociones, pero no se toca el tema de la inteligencia espiritual, que tiene plena relación con ellas, con los sentimientos y con todo lo que pasa en el alma de la persona.
En el alma radican las emociones
Sin embargo, hay que entender que las emociones y los sentimientos entran en el terreno de los abstracto, y, curiosamente, el racionalismo no niega su existencia.
No obstante, cuando se trata del alma, entonces entramos en un debate espinoso, porque esa misma postura de querer comprobar todo con los sentidos niega en muchas ocasiones que tengamos un alma espiritual e inmortal que anima a todos los seres humanos.
Así mismo, las corrientes de moda se dedican a indagar qué es lo que ocurre en lo más profundo del ser humano, y no basta ya estudiar psicología o psiquiatría, hoy está en boga la inteligencia emocional.
Por supuesto, son herramientas que ayudan a las personas a entenderse y a relacionarse con los demás, y aplicadas a campo laboral, resultan de mucha utilidad en las relaciones humanas que se desarrollan en el trabajo.
La inteligencia espiritual y Dios
Entonces, cuando nos referimos a la inteligencia espiritual tenemos que enfocar nuestros esfuerzos en entablar una relación fuerte con Dios y con el prójimo.
Y para ello, el Señor nos ha regalado su gracia santificante y las gracias particulares en cada sacramento. Además, las virtudes teologales nos capacitan para creer el Él, esperar en Él y amarlo con todo nuestro ser.
¿Cómo identificar la inteligencia espiritual?
El cristiano que usa plenamente su inteligencia espiritual sabe que no debe temer porque Dios lo acompaña todo el tiempo, lo alienta y le indica el camino que debe seguir.
Trabaja en lo que le corresponde con gusto, sin buscar excusas y asumiendo su cruz de cada día. Se responsabiliza de sus actos y confía plenamente en que vencerá en las dificultades porque las deja en manos de Dios.
Además, no se acobarda ante los problemas, mas bien entiende que son posibilidades para santificarse y para ayudar a otros a encontrarse con Dios.
Y sobre todo, tiene comunicación constante con el Señor, a quien ofrece su día, busca en la oración en cada instante de su jornada, agradece por sus dones y ruega que no lo abandone en el momento de la prueba.
Desarróllala
Como toda relación, se cultiva a diario, con la diferencia de que el hombre que confía en Dios siempre saldrá ganando.
Para empezar, pongamos empeño en desarrollar nuestra inteligencia espiritual con los sacramentos, buenas lecturas, conversaciones profundas, retiros y las obras de misericordia.
¿Qué otro medio se te ocurre a ti?
