No vivimos para conservarnos: la esencia de la vida es ofrenda. Hasta las células más pequeñas tienen un sentido metafísico y sacrificial. Lo afirmó el filósofo y escritor francés Fabrice Hadjadj este domingo 17 de noviembre en la conferencia de clausura del congreso de Católicos y vida pública celebrado en Madrid.
“La clave no es un éxito mundano sino la simplicidad del vivir, es decir, de darse de nuevo”, afirmó.
“En tanto que sujeto, es todo el drama de la historia el que se vuelve a jugar a través de mí y que busca un desenlace en los altercados aparentemente minúsculos de mi día a día”, apuntó.
Gracia
¿Pero cómo vivir esa entrega? “Por la gracia, el egocentrismo se transforma en misión irremplazable”, respondió. Y añadió:
“Desde el momento en que el aborto aparece como derecho, toda mujer que acepte llevar una vida en su vientre es una juana de arco.
Desde el momento en que los ordenadores aparecen como los gestores de nuestra existencia, todo hombre que elija emplear sus manos en el trabajo y unirlas para la oración es un isidro labrador.
En la medida en que el asfalto cubre la tierra, la menor brizna de mala hierba aparece como un milagro de la vida.
En la medida en que las tinieblas se extienden, el más mínimo destello surge como una aurora.
Cuanto más se impone Goliat, tanto más el menor tipejo -incluso grosero- que acepte seguir siendo humano hace aparecer algo divino”.
Robots y seres humanos
En contraste con la inteligencia artificial, Hadjadj describió una inteligencia humana “menos calculadora que contemplativa, menos pragmática que dramática, menos competente que apetente, es decir amorosa”.
En un mundo tecnológico, el filósofo invitó a “pasar del miedo a la prueba de lo que somos y a la revelación de lo más simple”.
Y para concretarlo, pidió imaginar “a un enamorado que enviase a una cita con su amada a un robot en su lugar”.
Cuántas veces no se busca que las personas entreguen lo que son, sino solo se reclama una representación impersonal que podría hacer cualquier cosa en su lugar, lamentó.
“¡Cuántos de nosotros nos hemos convertido en inteligencias artificiales antes de la llegada de la inteligencia artificial”, planteó.
“Cuántos se han limitado a recomponer la base de datos de una única obra original. Los chatbots podrán hacer eso mejor que yo en el porvenir, y me obligan desde hoy a no ser menos que un ordenador, a tomar la palabra”, afirmó.
La fuerza de David
Para hablar sobre el reto de vivir en este tiempo, el filósofo reflexionó sobre la lucha bíblica entre David y Goliat.
Ante el reto lanzado por el gigante de encontrar un ser humano con el que batirse en duelo, David se presenta como hombre mortal que porta el hombre eterno.
Y según Hadjadj, la batalla no se libra contra el gigante a batir, “sino dentro, en las disposiciones del corazón”.
El verdadero combate se juega en el interior, en el campo propio (en el interior de una persona, de una familia, de la Iglesia). Y la respuesta está siempre en el “hijo que toma la palabra”.
“Antes podíamos tener la pretensión de hablar de valores cristianos sin Cristo”, dijo el filósofo calificando como “desleal” este proceder.
“Ya no se trata de congraciarse los favores de los humanistas ateos, sino de seguir siendo humanos en la hora en la que Europa desespera de lo humano”, aseguró.
Y respondió: “Eso solo es posible si nos volvemos a un Dios hecho hombre, judío, lector de la Biblia y carpintero”.