Fabrice Hadjadj: “La conversión es un punto de partida, no de llegada”
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De familia judía de izquierda radical, él era ateo, nihilista, comunista y sólo quería atacar a la Iglesia. Hoy, el profesor francés Fabrice Hadjadj es uno de los más renombrados pensadores católicos del mundo, tras haber atravesado un largo proceso de conversión.
“Mi familia era judía y de extrema izquierda y yo crecí con el espíritu rebelde”, cuenta Hadjadj, que desarrolló un ateísmo marcado por el anarquismo. La lectura de Nietzsche lo llevó al nihilismo, aumentando en él la “violencia anticristiana”.
“Un día, un amigo mío publicó un libro de aforismos, en que cada uno venía precedido por una cita bíblica”. Fabrice Hadjadj vio en ello una oportunidad más para ridiculizar a Dios. “Yo quería leer la Biblia para reír. Había encontrado un procedimiento mordaz para ridiculizar las Escrituras. El problema era que, para burlarse bien de la Biblia, tenía que leerla”.
Isaías y Job
“Comencé con la lectura de Isaías y Job. ¡Una sorpresa! ¡Qué inspiración más increíble! Más tarde, releí los Evangelios. Cuánta sencillez unida a tanta profundidad. La palabra de Jesús no era una palabra como cualquier otra: era la palabra en carne y hueso y en espíritu. Yo habría querido desviarme de la Escritura, pero ella me llevó al camino”.
La enfermedad del papá
“Algunos meses más tarde, mi papá se enfermó. Yo no sabía qué hacer para ayudarlo. Corrí a la Iglesia de San Severino, cerca de mi casa en París. Era la Iglesia en que la me había burlado de los fieles unos días antes. Entré y oré y fue una revelación. No era una gran luz, era una voz que descendía del cielo. Yo estaba en paz y la paz me mostró que la oración es la esencia de la palabra, el lugar del hombre”.
El juicio de un nazi
“Otra señal de Dios en mi vida fue el juicio de Paul Touvier”, un colaborador nazi condenado por crímenes contra la humanidad por ordenar el fusilamiento de siete judíos en 1944. “Asistí porque un amigo mío era abogado en el juicio. Aquella tarde, en su casa, este joven se preguntaba si había sido mejor que aquel hombre. De repente, descubrí mi miseria interior y pensé en Cristo como un inocente, un absoluto inocente que vino para redimirme, con toda la humanidad manchada por el mal, para salvarme con todos, víctimas y verdugos”.
Cinco años más tarde, “fui bautizado en la Abadía de Solesmes”. Supe, años más tarde, que aquél fue precisamente el lugar en que el condenado en el juicio se había escondido durante meses.
Profesor, padre de familia y defensor de la vida
Tras descubrir la fe, la vida de Fabrice Hadjadj cambió completamente. Él no quería tener hijos. Ahora tiene seis. A través de su columna en el diario “Le Figaro”, él ha sido uno de los intelectuales que más cuestionan la igualdad entre la unión homosexual y el matrimonio, y las consecuencias de la adopción de niños por parte de parejas homosexuales.
El demonio y el mundo de hoy
Uno de sus libros más importantes trata sobre el “príncipe de este mundo”. Hadjadj observa que “es necesario entender que el ateísmo y el liberalismo no son los peores dolores de cabeza, ya que el diablo no es ateo. Sabiendo exactamente esta verdad, él nos lleva a errar dándole un aspecto atractivo; utiliza nuestra energía para luchar contra un error haciéndonos caer en un error opuesto”.
Fe, coherencia y razón
Los cristianos deben tener cuidado con la “fe desencarnada, en la que alguien se dedica a ‘organizaciones benéficas imaginarias’ y se olvida de amar al prójimo en casa o en la propia cama”.
“Hoy en día está de moda decir ‘soy ateo’, ‘soy homosexual’, etc… Nadie dice ‘soy hombre’. Lo importante, para el creyente, es comprender que, frente a él, hay siempre un hombre, alguien que está, como yo, expuesto al pecado y a la muerte y que tal vez sea un poco menos conciente del misterio”.
Conversión y vivencia del presente
“No me gusta ser anecdótico y retrospectivo. La conversión es un punto de partida, no de llegada. Es como un nacimiento. Pero no se puede preguntar a los convertidos únicamente por aquello que sucede en el momento del parto. Yo me pregunto siempre sobre mi bautismo, que fue algo extraordinario. Pero me preguntan menos por mi matrimonio, que, sin embargo, es el cumplimiento de mi bautismo. Yo podría escribir miles de páginas sobre mi conversión. Pero sería prisionero de algo que pertenece al pasado. Debo siempre poder decir que, si soy cristiano, es también gracias a ella, la persona que está a mi lado. Lo que fundamenta mi fe es precisamente el asombro frente aquello que me rodea”.