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Hay un matrimonio más camino de los altares

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Anna Gebalska-Berekets - publicado el 06/11/24
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El matrimonio La Garaye, los "esposos misericordiosos" eran conocidos por sus actividades sociales y su compromiso con los enfermos, los pobres y los que sufren

¿Se elevará pronto a los altares a otro matrimonio? En la diócesis francesa de Saint-Brieuc, al este de Bretaña, ha comenzado el proceso de beatificación de Claude-Toussaint Marot y Marguerite-Marie Piquet de la Motte, conocidos como los señores de La Garaye, los "esposos misericordiosos".

Otro matrimonio camino de los altares

"Hasta hace poco, era impensable imaginar la beatificación de laicos, y menos aún de un matrimonio que no hubiera sufrido el martirio, manifestado una vida mística o contribuido a acontecimientos excepcionales", explica el hermano Jean-Marie Gueullette (OP), presidente de la comisión histórica del proceso de beatificación.

Recordemos que el primer matrimonio beatificado fue el de María y Aloysius Beltrame Quattrocchi.

La trascendental ceremonia fue celebrada por el Papa Juan Pablo II el 21 de octubre de 2001, exactamente en el vigésimo aniversario de la promulgación de la exhortación apostólica Familiaris Consortio sobre el papel de la familia en la vida cristiana.

Tres de sus hijos asistieron a la Misa: el P. Tarcisio tenía entonces 95 años, el P. Paolino 92 años y Enrichetta 87 años. Sor María Cecilia había fallecido en 1993.

Conjuntamente, la elevación a los altares seguía afectando a Luis y Celia Martin (proclamados beatos en 2008 y santos en 2015) y a José y Victoria Ulma (proclamados beatos con sus hijos en 2023).

Los esposos misericordiosos

El recuerdo de los La Garaye permanece vivo en su Bretaña natal desde hace más de 250 años. Durante su visita a Sainte-Anne-d'Auray en 1996, el Papa Juan Pablo II destacó sus actividades sociales y caritativas. El Santo Padre las llamó "esposos misericordiosos".

La pareja se dedicó a atender a los más necesitados durante casi 50 años. Convirtieron el castillo de Taden, donde vivían, en un hospital y organizaron 60 camas para enfermos en establos adaptados.

En estas decisiones influyeron dos tristes acontecimientos de sus vidas. Un día, mientras cazaba, Marguerite se cayó del caballo. Al accidente siguieron graves complicaciones de salud que impidieron tener hijos.

Siete años más tarde, la pareja se vio afectada por la prematura muerte de su cuñado, Joseph de Pontbriand. Claude y su esposa decidieron renunciar a su vida fastuosa y empezaron a servir a los pobres. Ellos mismos se ocupaban de las salas.

La condesa aprendió a vendar heridas y se especializó en enfermedades oculares. La pareja se formó en medicina y empleó a médicos experimentados con muy buena reputación en la región.

Los La Garaye convirtieron una de las dependencias en un laboratorio químico donde se creaban medicamentos. Empleaban a cuatro cirujanos. Cada año, una docena de médicos venían aquí a formarse.

En 1733 también se construyó un anexo al hospital de Dinan, con veinticuatro camas para enfermos terminales, abandonados por los médicos y sus familiares.

Uno de los cirujanos, Sieur Le Bigot de Carvilli, anotó en su diario de la época que el hospital del conde y la condesa de La Garaye había obtenido casos asombrosos de curación mediante "bálsamos esenciales", "sin utilizar ungüentos ni emplastos".

Claude y Marguerite siguieron ayudando a los demás hasta el final de sus vidas, sacrificando todas sus posesiones. El conde falleció el 2 de julio de 1755, a los ochenta años. Su esposa se unió a él el 20 de junio de 1757.

"Un ideal cristiano intemporal"

Durante la solemne apertura del juicio, el 22 de septiembre, se señalaron las cuatro virtudes por las que se distinguían el señor y la señora de La Garaye:

La fe (el matrimonio servía a Dios en los pobres, considerándolos como hermanos en Cristo), la caridad (manifestada en acciones concretas de carácter casi heroico en favor de los más pobres), la sabiduría (la radicalidad de Claude fue atenuada por Marguerite, lo que contribuyó a una generosidad más justa y sostenida) y la justicia (Claude indemnizó a los perjudicados, mostrando así un gran sentido de la justicia). 

"Personifican un ideal cristiano intemporal", subrayó Mons. Denis Moutel, en la apertura del proceso de beatificación.

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