El Rosario es una de las oraciones devocionales más populares de la Iglesia Católica y, cuando se aprende a rezar el Rosario, a muchos se les enseña una variedad de oraciones adicionales. Por ejemplo, al final, la siguiente oración es el Dios te salve, Reina y Madre. Muchos rezarán esta oración mientras sostienen la medalla que une la prolongación del crucifijo al lazo del rosario.
Además del Dios te salve, Reina y Madre, muchos católicos rezarán una "oración final".
Oración de la Misa de la fiesta del Santo Rosario
Antes del Concilio Vaticano II, la oración de apertura de la fiesta del Santísimo Rosario, tradicionalmente llamada oración "colecta", era la siguiente oración traducida al español:
Oh Dios, cuyo Hijo unigénito, por su vida, muerte y resurrección, nos ha comprado los premios de la salvación eterna; concédenos, te suplicamos, que meditando estos misterios del santísimo Rosario de la santísima Virgen María, imitemos lo que contienen y obtengamos lo que prometen. Por el mismo Cristo, Señor nuestro. Amén.
Si esas palabras le suenan familiares, es porque esa oración se suele dar como "oración final" del Rosario en muchos folletos y panfletos que describen cómo rezar el Rosario.
La oración resume perfectamente un tema central del Rosario, en el que esperamos que, "meditando estos misterios", podamos "imitar lo que contienen".
Después del Concilio
Después del Concilio Vaticano II, la fiesta se trasladó al 7 de octubre y se le dio una nueva oración inicial, que también puede sonar familiar.
"Derrama, te suplicamos, Señor, tu gracia en nuestros corazones, para que nosotros, a quienes la Encarnación de Cristo, tu Hijo, fue dada a conocer por el mensaje de un Ángel, podamos, por intercesión de la Santísima Virgen María, por su Pasión y Cruz, ser llevados a la gloria de su Resurrección. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén"
Para aquellos que están familiarizados con la devoción del Ángelus, la oración anterior sirve como oración final de esa devoción.
Es fascinante la frecuencia con que la devoción popular y la Misa se unen y se benefician mutuamente.