Un año después de los ataques de Hamás contra los kibutz israelíes, y con todas las miradas puestas ahora en Líbano, la Franja de Gaza sigue bajo el fuego. El miércoles 2 de octubre, nuevos ataques ensangrentaron el sur de la franja y mataron a 51 personas, según un informe del ministerio de Sanidad local, controlado por Hamás.
Ante esta situación, el cardenal Pizzaballa, Patriarca latino de Jerusalén, hizo un llamamiento a todos los cristianos para que ayunen y recen el 7 de octubre de 2024. "Se acerca el mes de octubre, y con él la constatación de que, desde hace un año, Tierra Santa, y no solo Tierra Santa, está sumida en un torbellino de violencia y odio nunca visto ni experimentado", lamentó el jueves 26 de septiembre.
Sobre el terreno, la comunidad cristiana afronta pacientemente la guerra. "Intentamos mantener una disciplina espiritual. Eso es lo que nos salva", dice a Aleteia el padre Gabriel Romanelli, párroco de la parroquia católica de Gaza. Entrevista.
Aleteia: ¿Cómo describiría la situación actual en Gaza?
Padre Romanelli: Después de un año de guerra, la situación sigue siendo dramática en toda la Franja de Gaza. La gran mayoría de los gazatíes están desplazados. En estos momentos, 400 mil personas viven en la ciudad de Gaza, y el resto de la población en el sur. Los bombardeos han continuado desde el comienzo de la guerra, y no hay tregua.
Oímos y vivimos los ataques todos los días. Hay muertos todos los días y, por supuesto, muchos heridos (95 mil desde el comienzo de la guerra). Yo diría que lo más difícil en este momento es no saber cuándo va a terminar todo esto. No parece que se esté negociando un alto el fuego o una tregua.
¿Cómo está afrontando la comunidad cristiana de Gaza estos dramáticos acontecimientos?
Los cristianos de Gaza no escapan al miedo y al peligro, porque los bombardeos se suceden por todas partes. Algunos barrios están desiertos porque los ataques son diarios y muy seguidos.
Por ejemplo, el barrio donde se encuentra la escuela del Rosario es bombardeado las 24 horas del día. Los únicos desplazamientos que hace la gente suelen ser a la iglesia ortodoxa, que está a 400 metros de la parroquia católica de la Sagrada Familia.
"Lo que más fuerza nos da es tener con nosotros la presencia real de Jesús en la Eucaristía"
Hace dos días [a principios de octubre], un edificio quedó completamente destruido a 100 metros de nosotros y murieron cinco personas. Pero intentamos, en la medida de lo posible, mantener una especie de disciplina espiritual, manteniendo el ritmo de la vida parroquial. Nos apoyamos sobre todo en la adoración del Santísimo Sacramento. Lo que más fuerza nos da es tener con nosotros la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Por la mañana, empezamos el día con una hora de adoración eucarística, seguida de Laudes en árabe, el Rosario por la tarde y terminamos con la Misa.
Para los niños de la parroquia, hemos intentado establecer un patronato y garantizarles una apariencia de actividad escolar. Son 180, tanto católicos como ortodoxos, y han reanudado la escuela, aunque la enseñanza se desarrolla en condiciones especiales… Los edificios escolares se han movilizado para que las familias puedan dormir allí. ¡Mi propio despacho también! Las hermanas de la comunidad del Verbo Encarnado les dan clase en su pequeño convento y han transformado el comedor, la cocina y las salas de estar en aulas. En los jardines, hemos creado sencillos quioscos de madera. Aquí reciben clases de religión cristiana, árabe, inglés, matemáticas y ciencias. También nos hemos puesto en contacto con el Ministerio de Educación palestino y las autoridades de Ramala nos han brindado la oportunidad de preparar a los niños para los exámenes que les permitirán graduarse.
Desde un punto de vista práctico, los cristianos son como los demás: carecen de todo, especialmente de agua potable y asistencia sanitaria. Gracias a la ayuda del Patriarcado Latino de Jerusalén, todavía conseguimos traer alimentos, que distribuimos por la parroquia, pero las necesidades son enormes. Se han instalado pequeños dispensarios en la parroquia con la ayuda de Cáritas Jerusalén, en colaboración con uno de los únicos hospitales que sigue activo, el Hospital Anglicano.
¿Cree que la presencia cristiana en Gaza está tan amenazada que podría desaparecer?
Creo que los cristianos resistirán, aunque la vida aquí sea dura para todos. Incluso antes de la guerra, Gaza era un lugar difícil para vivir. Algunas personas han optado por marcharse, y las comprendo, aunque Tierra Santa necesita esta presencia cristiana en Gaza.
Al comienzo de la guerra, había mil 017 cristianos de todas las confesiones. La comunidad católica es la más pequeña, con 135, incluidas las monjas. Desde el 7 de octubre, hemos perdido el 30% de la comunidad cristiana. 300 se fueron gracias a su visado y pudieron huir a Egipto al comienzo del conflicto, y 43 han muerto, bien por falta de atención médica, bien asesinados por el ejército israelí (20 cristianos ortodoxos en el bombardeo de la iglesia de Saint-Porphyre, dos católicos muertos a tiros en la parroquia católica, nota de la redacción).
Estoy convencido de que, a pesar de estos calvarios, la comunidad cristiana tiene vocación de seguir dando testimonio aquí en Gaza.
¿Qué pueden aprender los cristianos de Occidente de sus hermanos de Gaza y, en general, de los cristianos de Oriente?
Los cristianos de Oriente tienen mucho que enseñar al resto del mundo. Yo mismo soy extranjero (de Argentina, nota de la redacción), y si hay algo que aprendo de ellos cada día es que están convencidos de su fe. Creen firmemente.
La fe no es un sentimiento, es una certeza, y creo que los cristianos de Oriente que viven situaciones complicadas nos demuestran que todo es posible con la gracia de Dios. Están dispuestos a vivir su fe sin esconderse, sin avergonzarse, cueste lo que cueste. Tenemos que redescubrir esta certeza de la fe y, sobre todo, la alegría de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Es Él quien nos da la fuerza para vivir nuestra fe con sencillez, incluso en los momentos más difíciles.