"Intercede por nuestro mundo en peligro", pidió el Papa Francisco a la Virgen María mientras rezaba el rosario en la basílica de Santa María la Mayor el 6 de octubre de 2024. Ante la Salus populi romani, rezó por "la familia humana, que ha perdido la alegría de la paz y el sentido de la fraternidad".
La nave de la basílica mariana estaba abarrotada, con 368 miembros del Sínodo sobre la Sinodalidad, que se celebra en Roma durante todo el mes de octubre. El año anterior, el pontífice organizó un acto similar poco después del mortífero atentado de Hamás contra Israel, el 7 de octubre de 2024.
"Estamos ante ti una vez más", declaró el Papa en su súplica, leída ante el icono sagrado de la Virgen María Salus populi romani -salvación del pueblo romano-. Francisco siente una gran devoción por esta representación de la Madre de Dios, ante la que se recoge antes y después de cada viaje al extranjero, y a la que entregó simbólicamente una Rosa de Oro el 8 de diciembre. Esta fue su visita número 120 a la basílica desde 2013.
Dirigiéndose directamente a la Virgen María, el Papa le confió los "dolores y penas" que pesan sobre nuestros corazones en estos días. "Ven en nuestra ayuda en estos tiempos oprimidos por la injusticia y devastados por la guerra", le imploró.
A continuación, el Pontífice pidió a la Madre de Cristo que enjugue "las lágrimas de los rostros sufrientes de quienes lloran la muerte de sus seres queridos, de sus propios hijos" y que desarme "los corazones de las armas de la violencia". Les pidió que vuelvan su "mirada hacia la familia humana, que ha perdido la alegría de la paz y el sentido de la fraternidad".
El Papa Francisco confió a la Virgen "la familia humana, que ha perdido la alegría de la paz y el sentido de la fraternidad". Le pidió que interceda "por nuestro mundo en peligro, para que preserve la vida y rechace la guerra, se preocupe por los que sufren, los pobres, los indefensos, los enfermos y los afligidos, y proteja nuestra casa común".
Tras una ceremonia de poco menos de una hora, el Pontífice, que mantuvo un rostro serio en todo momento, abandonó la basílica mariana para regresar al Vaticano. Mañana 7 de octubre, el pontífice ha decretado una jornada de ayuno y oración por la paz.