La idea errónea más extendida sobre los cristianos es que son tristes y melancólicos, que nunca se divierten y siempre siguen normas estrictas.
Desde este punto de vista, el cristianismo es un obstáculo primordial para vivir una vida alegre. Sin embargo, la vida de los santos muestra claramente que esta visión es falsa, ya que la práctica correcta del cristianismo conduce a la alegría, no a la tristeza.
Dulce, alegre y adorable
San Francisco de Sales comenta este punto de vista mundano en su libro Introducción a la vida devota:
"El mundo desprecia la verdadera devoción, pintando a las personas devotas con un aspecto sombrío y melancólico, y afirmando que la religión las hace lúgubres y desagradables".
Si bien es cierto que algunos cristianos pueden reflejar esta disposición, no se aplica a todos los cristianos, especialmente a aquellos que son capaces de dejar que la gracia de Dios fluya libremente en sus vidas.
San Francisco de Sales explica que la verdadera devoción conduce a un tipo de vida muy diferente:
"El Espíritu Santo nos dice a través de sus santos, y nuestro Señor nos lo ha dicho con sus propios labios, que una vida devota es muy dulce, muy feliz y muy amable".
Cristianos capaces de dar significado al sufrimiento
Vivir la vida de un santo no significa que tu vida estará desprovista de dolor o tristeza, sino que serás capaz de ver el significado del sufrimiento y alegrarte en él:
"Mira una abeja que revolotea sobre el tomillo de la montaña; los jugos que recoge son amargos, pero la abeja los convierte todos en miel, y así le dice al mundano, que aunque el alma devota encuentra hierbas amargas a lo largo de su camino de devoción, todas se convierten en dulzura y placer a medida que las pisa; y los mártires han contado el fuego, la espada y el potro pero como flores perfumadas a causa de su devoción.
Cuando estamos más plenamente unidos a la voluntad de Dios, somos capaces de ver la belleza en las penas de la vida y de rebosar alegría en medio de ella.
Por eso los santos se llenaban de gran felicidad cuando eran brutalmente martirizados. Eran capaces de reconocer la mano de Dios en todas las cosas y se llenaban de alegría al sufrir en unión con Jesucristo.
Vivir una vida cristiana puede no ser fácil, pero no tiene por qué ser triste o sombrío.